lunes, 30 de abril de 2007

Cruzando abejas

Las abejas africanizadas (apis mellifera scutellata) son el resultado del cruce de las abejas europeas con la abejas suramericanas. ¿Para qué se cruzan diferentes especies de abejas ? Además de para solaz del invetigador de turno, porque pueden producir más o mejor. Caso paradigmático es el de las abejas africanizadas: producen más miel. Se introdujeron en Brasil en 1957, procedentes de Tanzania, y claro, como suele ocurrir en estos casos, algunas se escaparon, se dedicaron a viajar por el continente y a conocer a sus hermanas del otro lado del océano. Son una maravilla, pero tienen el incoveniente de que cuando sienten atacada su colmena, pierden el sentido común y la racionalidad que caracteriza su estricta y funcional vida social, y se lanzan en un frenético ataque al invasor. Se vuelven locas. TOTALMENTE LOCAS. Y es que pueden perseguir a la desafortunada víctima más de un kilómetro. En la persecución participa la colmena entera. Imagínense a 500 abejas totalmente fuera de sí atacando a un infeliz que pasaba por allí. Claro, un par de picotazos no hacen nada, pero 500, te acercan al cielo (o al otro sitio, que nunca me acuerdo de como se llama). O si no, lean, lean.


Muere un anciano por picaduras de abejas en Venezuela
Caracas, 16 abr (EFE).- Un enjambre de abejas africanas mató el pasado sábado a un anciano en Venezuela, informó hoy la prensa local.
José Carreño Acosta, de 75 años, salió el viernes por la tarde a recoger piñas en su hacienda cercana a Maturín, capital del estado de Monagas (oriente), cuando fue atacado por un enjambre de abejas.
Las picaduras de las abejas acabaron con la vida del anciano sin que este pudiera pedir auxilio ni guarecerse del ataque.
"Fue el sábado a las seis de la mañana cuando logramos dar con el cadáver colmado de abejas. Estaba escondido en unos matorrales", señaló a los medios locales uno de sus hijos.
Las abejas africanas son conocidas por su agresividad cuando ven amenazada su colmena y pueden llegar a perseguir a su víctima a medio kilómetro de la misma, de ahí que en ocasiones reciban el nombre de "abejas asesinas".

jueves, 26 de abril de 2007

Del sable al toilette

¡Buenos días... Our first time in Vinisuealahhg!

Así comenzó Lemmy su primer concierto en Caracas, encabezando a Motorhëad, a las 9 de la noche. Ante los teléfonos celulares de miles de peludos con la cara desencajada. Una descarga de rock en estado bruto, sin pulir. Recién sacado a martillazos de la cantera. Unos miles de enfervorecidos heavies caraqueños echaban sus brazos en alto o se rascaban la pernera como posesos emulando los riffs del bajista británico. Todos vestidos de negro y con las melenas al viento. La batalla campal de las primeras filas fue un espectáculo fascinante: algo así como una manada de búfalos en un combate repleto de hormonas desatadas. Hubo heridos y contusionados. Y tanta emoción, o más, que en el concierto de David Bisbal. Al que también asistí. Patrullas de policía y Guardia Nacional rondaban por el lugar. La policía llevaba unos sables muy parecidos a los de Sandokán. ¡Sables! Y es que uno, en cuanto ve a la policía, comienza a sentir inseguridad.
Al ir al toilette, la conocida y guitarrera micción, escucho en los cuartos un estruendo sólo comparable al retumbar del doble bombo de la batería de Motorhëad interpretando "In the name of cretiny". Obvio: los heavies también hacen de vientre, y cuando llevan más de una veintena de cervezas, la cosa tiene que salir por algún lado. El que meaba, de pie, a mi lado se descojonaba: ¡Mal momento, chamo, para sentarse en el trono! Y volvía la descarga...

miércoles, 25 de abril de 2007

Perdidos en el supermercado

El pasado domingo, al entrar en el supermercado Excelsior Gama, en Santa Eduvigis, sección de licores, un cartel fotocopiado rezaba: el domingo 22 de abril está prohibida la venta de licores. Excepto por el papelito, todo era normal. La gente agarraba sus productos y los depositaba, cuidadosamente, en el carrito. Licores, y otros. Queríamos una botella de vino, para una comida entre amigos. Preguntamos a la mujer que custodiaba la zona.

Pregunta: "¿Pero se puede comprar o no una botella de vino?"
Respuesta: "Nosotros hemos puesto el cartel, pero la gente se está llevando el producto". Pregunta: "¿Ha vuelto la ley seca? ¿Por qué sólo hoy 22 de abril? ¿Por el día del libro?" Respuesta: "Ustedes agarren lo que quieran, y paguen, si les dejan".

Luego, en la cola, una TREMENDA COLA, de carritos cruzados a lo largo de todos los mostradores. Caos total, como el tráfico de Caracas, pero en el supermercado. Nadie sabía que caja encaraba. Llegamos a la de caja rápida, y vemos a un individuo con gorra comprando todo el supermercado, dos carritos rebosantes de productos: desde fregonas a palillos para los dientes. La gente solidariamente comenzó a insultar al personaje en cuestión: ¡Abussaaaaaaaaadorrr! Gritos, gargantas ululantes, chillidos. Al lado, camuflados, íbamos nosotros con un carrito y 14 productos (las cajas rápidas son de 10 máximo). ¡Solución ante la crisis de ansiedad de la cajera ante nuestros 14 productos!. Somos dos: cada uno tiene derecho a 10 productos. Siete y siete.
por cierto, la botella de vino (chileno) 25.000 bs.

martes, 24 de abril de 2007

domingo, 22 de abril de 2007

Preferencias

Solución: La gran K es un misterio. China, está claro y EU, son los Estados Unidos en singular (no la Unión Europea haciendo el pino). Frases como ésta hacen que algún caminante se pare en seco, perplejo. Soy uno de ellos. Pero lo cierto es que en este país, frases así no sólo se encuentran en las paredes de los barrios de Caracas. También en los discursos oficiales y públicos de diputados y miembros del gobierno y la oposición. Un "todo vale" salsero y bien agitado.

El pasado sábado se celebró una manifestación organizada por la oposición contra el cierre de Radio Caracas Televisión (RCTV). El gobierno ya ha señalado que la cerrará cuando se concluya la licencia (el 27 de mayo), acusándola de golpista y partidista (ninguna de las afirmaciones es falsa). Pero es que ninguno de los canales en abierto narra una realidad veraz y contrastada de la sociedad venezolana. El canal público, VTV, es un conjunto de planos de folletín socialista: sin ritmo ni sal, hueros discursos de autocomplacencia.

Pues bien, el vicepresidente de la Asamblea Nacional señaló el viernes que "¡Ojo, con los manifestantes! Pues la oposición tiene planeado asesinar a alguno de los periodistas o camarógrafos que vayan a cubrir la marcha para sembrar el desconcierto". Y lo dijo en un canal público, y en amena conversación con los medios de comunicación. Afortunadamente, no ocurrió nada. Y así sucesivamente.

viernes, 20 de abril de 2007

De hielos

Pido un café solo con hielo, y el camarero pone cara de retortijón estomocal. Me dice que no le eche la culpa si luego se me desintegra la barriga. Asiento y sonrío. Estoy en La Candelaria, barrio céntrico de Caracas. Simpático camarero de cuello almidonado y un halo de sudor en la axila. Comparto tarde con una periodista canadiense. Traen el café: horroroso. La tarde avanza, y pedimos una cerveza. Calor de asfalto recalentado. Al comentarle la temperatura, el camarero se nos ofrece a traernos cubitos de hielo para la cerveza... No!!!!!!

miércoles, 18 de abril de 2007

La liebre y la tortuga

El canal de Willemstad, capital de Curaçao, patrimonio de la humanidad por la Unesco. Y un tipo tratando de ganarle la carrera a su propia sombra, en un juego filósofico-matemático de larga tradición y que en muchas ocasiones se ha transmutado en la fábula de la liebre y la tortuga.

En el Caribe el tiempo tiene una cualidad especial, líquida.

Ayer, en una de esas fiestas de presentación de una revista, rodeado de toda una pléyade de ciudadanos "escuálidos" (antichavistas, en la jerga chavista), uno vuelve a asombrarse de la polarización y de la irrealidad en la que viven algunos venezolanos. De nuevo, no había ron ni cerveza. Brebajes de baja estofa, poco distinguidos. El whisky alcanza edad adolescente, 14 o 18 años. La impostura es excesiva, estrafalaria. La charla se maneja en las esquinas del bar, al margen de los corrillos de los grupos de interés y cuellos estirados. Allí, periodistas asalariados, apuran las últimas copas gratuitas. El sueldo no da para pagar consumiciones, que necesitarían líneas de financiación bancaria en el común de los venezolanos. Uno bebe y charla. Es la gente que sale a la calle, los que caminan a pie y agarran el metro quienes pueden hablar del país. El resto sabe lo que sabe a través de la televisión por cable.

Y es que en Venezuela, no van a pie ni los perros.

martes, 17 de abril de 2007

Papiamento

Como perla del Caribe, Curaçao ofrece el encanto de un idioma dadaísta. Comprueben ustedes mismos la consistencia gramatical del papiamento. Arriba versión inglesa, abajo versión antillana. Se agradecen comentarios de filólogos creativos y poetas en paro. A la basura la llaman "sushi" por no sé que tipo de aversión nipona. Y así sucesivamente.

Todos los políticos que quieren exilarse subrepticiamente de Venezuela pasan por las Antillas Holandesas (Aruba, Curaçao, Bonaire), y es que el lavado de cara y de dinero es uno de los grandes atractivos de la isla. Todo con el complaciente mirar para otro lado de la reina Beatriz, mientras sus edecanes ponen la mano. Bendita y culta Europa.

Curaçao la descubrieron los españoles, que luego pasamos de ella (lógico, no hay nada, si no lo traes). Pasó un tiempo deshabitada, hasta que en el siglo XVIII los holandeses decidieron utilizarla como escala en el tráfico de esclavos negros hacia el Caribe. Y, desde entonces, retiro dorado y paraíso para los tipos más turbios de Flandes. Eso sí, las aguas límpidas y cristalinas. Cínica metáfora del Viejo Continente.

lunes, 16 de abril de 2007

Cooooqueeetoooo

La foto está tomada en Curaçao, una de las islas que componen las Antillas Holandesas. Es un lugar extraño: mezcla de ciudad de juguete, paraíso financiero e isla caribeña. Hablan papiamento, un idioma sin pies ni cabeza conformado a base de añadir (arbitrariamente, a mi juicio) palabras de español, holandés, inglés y portugués, y los mismos idiomas por separado. De modo que uno nunca sabe en qué le van a hablar. Lo cual resulta divertido y absurdo a la vez.

Se toman la vida con una calma deliciosa. Recorrimos la isla de cabo a rabo: un secarral repleto de holandeses retirados en el que sólo se puede bucear y beber cerveza. Todo es importado: hasta el pescado. Los florines (ya extintos en la metrópoli) y los dólares yanquis conviven tranquilamente. Apenas hay fruta, y los únicos animales que vimos fueron cabras descarriadas en busca de briznas de yerba reseca y un burro solitario. El canal de Willemstad, la capital, es un copia a menor escala de los de Amsterdam, y las casas pintadas de colores alegres recuerdan las villas holandesas. Parece obra de un escenógrafo amanerado. La palabra más adecuada para definirlo es "coqueto" (alargando las vocales): ¡coooqueeetooo!.

viernes, 13 de abril de 2007

El Twingo y la amistad

En dos días, la Policía Metropolitana de Caracas, paró el Renault Twingo amarillo en el que recorremos la ciudad tres veces. Abajo, señores. Papeles, identificación.

De repente, las alcabalas policiales han aparecido como champiñones en noviembre. Por doquier. Un día, de hecho, nos paró una alcabala, y otra, a quinientos metros de la primera, nos volvió a parar. Coño, si somos los mismos, y con las mismas armas: ninguna. Carnés, fotocopias varias, acreditaciones de prensa. Todo para evitar el matraqueo, la coima, la mordida. El pago. La policía acojona más que los malandros (delincuentes). Pero se puede hablar con ellos, de hecho, se debe hablar con ellos. Siempre hay un tema, un interés en común. Son chamitos (chavales) con un pistola, un chapita de policía y ganas de sacarse unos reales. Conversa, habla, enreda. Y guarda siempre unos bolívares en el bolsillo, por aquello de la amistad.

jueves, 12 de abril de 2007

A remojo

Comienzan a aparecer los paraguas en Caracas. Aunque aquí se utilizan para detener los rayos solares. Hace calor, mucho calor. "Después de Semana Santa pega duro, papa, así es siempre", me dicen. Y uno piensa en el fresquito nocturno de Bogotá, a casi 3.000 metros de altitud, o en los remojos caribeños previos a las inmersiones subacuáticas.

En Caracas es semana de celebraciones. Trágicas celebraciones. Hace cinco años, el 11 de abril se produjo el golpe de estado que buscaba derrocar a Hugo Chávez. Durante 48 horas el país no sabía lo que le estaba ocurriendo, pero en la que calle el fuego cruzado mató a 19 personas, e hirió a 150 personas. En las televisiones, me cuentan, sólo se emitían películas y dibujos animados. Aún hoy las versiones son contradictorias. Hubo francotriadores, y la policía disparó sin blanco preciso. Chávez estuvo 48 horas en paradero desconocido, dicen que de isla militar en isla militar (Tortuga, Orchila). Pedro Carmona, presidente de la patronal venezolana, se autoproclamó presidente. Duró dos días. Hoy se le conoce como Pedro el Breve, gracias al sarcasmo venezolano. Chávez volvió al palacio de Miraflores apoyado por el pueblo. Y estos días en la televisión se repiten vídeos y discursos varios de épica confitada. El lema es demoledor: "Todo 11 tiene su 13", en referencia a la vuelta al poder del chavismo el 13 de abril.

Lo cierto es que la sociedad venezolana está entre polarizada y hastiada. Cansada de que jueguen con sus voluntad como si fuese una pelota caliente. Y nadie quiere investigar lo que realmente ocurrió. Algunos lo han intentado, pero les convencieron rápidamente. A nadie (ni a la opisición ni al Gobierno) les interesa lo más mínimo aclarar lo acontecido.
Me cuenta una compañera de trabajo, que cuando en una manifestación ves que alguien se agacha a atarse los cordones y se le quedan al descubierto dos pistolas automáticas anudadas en la espinilla, uno sabe de qué se trata. Se trata de agarrar el metro e irse rápido para casa.

miércoles, 11 de abril de 2007

Bogotá, y tres

¡Guerrillero, desmovilízate! - grita la radio del taxi en el que nos dirigimos a la boda de Erik y Juliana. Y es que la radio emite constantemente llamados a los miembros de la guerrilla y los paramilitares para que abondonen las armas y se reintegren en la sociedad civil. El presidente Uribe ha aprobado un decreto que amnistía a los soldados que no tengan juicios pendientes para que se reinserten. Les ofrecen un dinero para que comiencen su nueva vida, alejada de los enfrentamientos armados.

Sin embargo, es difícil no pensar en cómo son recibidas esos llamados en medio de un campamento de la guerrilla en plena jungla del amazonas colombiano. ¿Se reirán entre ellos como adolescentes maliciosos, o se lo pensarán seriamente como posible salida? No tengo ni la menor idea. Pero la guerra en Colombia continúa, aunque ahora uno puede viajar a más de 100 kilómetros de Bogotá sin temor a secuestros. Más allá, ya es cuestión de cada cual.

En eso iba yo pensando mientras el taxi cruzaba Bogotá en busca de la Notaria 62, en la que se casaban Erik y Juliana. La boda civil resultó una extraña experiencia. Empezó la notaria dando gracias a Dios, un sacedorte recordó con total naturalidad que algunos ya han pasado por esa misma circunstancia en varias ocasiones y se leyeron ciertos pasajes de la Biblia. Claro, el público estaba perplejo. Si quieres Biblia, te vas a una iglesia. Si quieres matrimonio civil, te vas con los leguleyos. En Colombia, no. Dios te acompaña por doquier, está por todos los lados. Incluso, en las bodas civiles.

A mí, al final de la ceremonia, casi se me escapa un tímido "Amén". Catecismo subliminal, lo llaman los más aguerridos.

martes, 10 de abril de 2007

Bogotá, y dos

En el barrio de la Candelaria, en Bogotá, uno puede ver asombrosas escenas de bohemia y malandrismo (término venezolano empleado para definir a los heterogéneos maleantes que pueblan las calles). Por ejemplo, bajar una calle charlando en grupo, mientras al lado, en paralelo, un grupo de borrachos crónicos se dedican a patear la cabeza de un pobre muchacho atiborrado de chicha y cerveza. Las patadas son nítidas, certeras, limpias. Suenan los golpes secos. El muchacho es incapaz ni siquiera de protegerse. El grupo se vuelve con animalidad hacia la presa fácil. Todos ruedan como toneles descuajeringados cuesta abajo. Aceleramos el paso. Y uno de los del grupo agresor, acierta a decirnos, entre improperios al más puro estilo bogotano:

- ¡Sorry! - como si fuésemos turistas gringos, antes de volver a la golpeadera.

O esta otra. Paseando con una literata argentina por las empedradas calles, llegamos a un librería que hace esquina. El librero está sentado fuera, en una gran mesa de madera. Se dedica a contabilizar los números del suplemento dominical, Magazin, del periódico bogotano El Espectador. Dentro, en la tienda, pilas de libros se elevan como estalagmitas. Tiene de todo y de todos los lugares, aunque según comenta, se ha especializado en todo lo que tenga que ver con Colombia. Es una verdadera delicia. Más de 60 años, nos dice. Y tiene Revistas de Occidente, y Blanco y Negro de más de medio siglo. Agarro un libro de reportajes de Gabriel García Márquez, y lo hojeo con calma.

"Es bueno, me dice, pero está demasiado encumbrado. Aquí en Colombia, todo lo exageramos y con Gabo ha pasado lo mismo. Nos equivocamos. Los extremos son peligrosos".

Pero lo fascinante llega al final. Le pregunto por el nombre de la librería. "No tiene, me responde". ¿Y, cómo así? "Lo prefiero así, de este modo no vienen más que quienes lo conocen de antaño, o quienes arriban por azar, como ustedes. Esos son los mejores clientes. Los que me conocen de viejo o los que no me conocen de nada." Y se vuelve a contar sus números de suplementos.

Por cierto, compré el libro de Gabo, con pesos argentinos regalados. "De viaje por los países socialistas", de 1957. Lo empecé a leer en el vuelo de vuelta Bogotá-Caracas. Una puta maravilla.

lunes, 9 de abril de 2007

Bogotá, y uno

Bogotá es una ciudad abarrotada de soldados, policías, biliotecas y museos. Soldados y policías custodian bibliotecas y museos, en extraña hermandad. Incluso se ve a miembros del ejército apostados a la entrada de las iglesias de la ciudad. Los soldados patrullan en parejas, y son extremadamente amables, también cuando le palmean a uno la cara interior del muslo o las corvas, en busca de explosivos o armas. Llevan unos elegantes trajes verde oliva, impecablemente planchados, que me hacen recordar, no sé porqué, los desfiles de haute couture de París. Disfunción neuronal o exceso de literatura.

-Colombia está en guerra, claro, pero no le prestamos mucha atención- me cuenta un viejo amigo bogotano.
De camino a Villa de Leyva, una hermosa ciudad colonial de casas balconadas y calles empedradas, al norte de Bogotá, a lomos de un autobús que viajaba como un caballo desmelenado, un retén del ejército nos detuvo. El lema: "El ejército te acompaña en tu viaje", es paradójico. Uno no sabe si agradecerlo o temerlo. Todos abajo, con bártulos incluidos. Lo primero, la separación por género: hombres por aquí, mujeres por allá. A las mujeres: inspección ocular. A los hombres: papeles, contra el autobús y a cachear. Uno por uno. Un argentino y un servidor nos habíamos dejado en el hotel, por aquello de complicarte la vida con sencillez, el pasaporte. Vosotros dos, esperen ahí. El resto, tras el cacheo, para arriba. El argentino y el españolito, por aquello del grupo de boda repleto de guiris variados, pueden seguir. No sin antes avisarnos que el Ejército es buena gente, pero que la policía, más adelante, nos puede exigir de nuevo papeles. Conclusión: las mujeres pueden llevar granadas en los bolsillos, los hombres ni siquiera un cortauñas. Divina guerra de sexos.
Arriba, volví a un crucigrama de El Tiempo de Bogotá que hoy permanece inconcluso, a pesar de la inestimable ayuda argentina. Sigo dándole vueltas. Que alguien proponga, si se le ocurre.
1.- Impulso del alma (con cuatro letras)
2.- Empatad pecadores (con cuatro letras)
3.- Persona que trabaja, trabaja y trabaja (con cinco letras)