a) Evo juega a fútbol poco antes la cumbre América del Sur-África en Isla Margarita, en el Caribe venezolano. Cristina se maquilla. Lula se toma una capirinha. Fernando Lugo, a quien sin ironía llaman el padre de todos los paraguayos, asiente al discurso del rey de Swazilandia. Gadafi se toma un té en su jaima, a orillas de la piscina del hotel Hilton. El calor abrasa el asfalto, los soldados venezolanos apostado por todos lados buscan sombras inexistentes. El cuerpo de uno se contrae y dilata en función del sol o el aire acondicionado, ambos igual de inclementes. La física jugando con la anatomía.
b) En un momento de la plenaria, uno de los 66 jefes de estado de Suramérica y África, alza el brazo, como los alumnos que piden turno para hacer una pregunta al profesor. Creo que es el de Santo Tomé y Príncipe, archipiélago frente a la costa occidental africana. El presidente venezolano, anfitrión y líder, concede la palabra. "Su excelentísimo presidente", comienza el traductor cubano, "¿ sería posible bajar un poco el aire acondicionado? Muchas gracias". El deseo es satisfecho un rato después, algo que comunica con voz grave y orgullosa el mandatario venezolano.
c) En la sala de prensa, todos parecen teclear. Aparentemente, sin embargo. Porque si uno mira subrepticiamente por encima de los hombros verá esto, entre otras cosas: un periodista inglés consulta el resultado del Liverpool; un poco más allá, un gallego celebra a hurtadillas los goles del Deportivo de la Coruña; más acá, escondido al final de la hilera de portátiles, un asturiano confirmaba la derrota en Pamplona del glorioso Sporting de Gijón; en el otro lado, un periodista del Libia Times, trata de superar su récord en el videojuego Grand Theft Auto; al lado, una hermosa argentina, consulta su facebook; un peruano sale disparado hacia la tarima, agarra el micrófono, y relata que le han robado una camarita fotográfica; en una esquina, un camarógrafo italiano que trabaja para un agencia yanqui, trata de estrangular mediante un nudo uno de los tubos que suministran el aire gélido. Y así sucesivamente.
d) En uno de los viajes arriba y abajo de la isla, un taxista margariteño me cuenta la historia de un primo suyo, fanático de las peleas de gallos (deporte preferencial en Margarita: para los gallos, se entiende), que se fue a España a buscar un gallo a Madrid. Era el gallo más bravo, el gran aniquilador. Pagó el pasaje y compró el gallo (500 euros). Al llegar al hotel para dormir antes de regresar a Margarita (apenas un viaje de cuatro días sólo por y para el gallo), los empleados le dijeron que no se podían meter gallos en las habitaciones. El margariteño canceló la reserva, se fue a una plaza de Madrid, y durmió en un banco abrazado al gallo. Al día siguiente, regresó a la que llaman la Perla del Caribe. Diez días después, el gallo murió. De nostalgia, de calor, de jet lag, del susto o de amor, no lo sé. Y bien que pregunté, pero lo cierto es que murió.
Escojan la perspectiva que más le plazca.
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3 comentarios:
Buenas perspectivas, aunque faltaron muchos entretelones.
Me alegra saber que incluso en las grandes cumbres conservas tu coraçao rojiblanco.
By the way, cocinas algún artículo para el 25 aniversario de "El Vallín"?
Fabulman: Los entretelones conviene dejarlos en penumbra...
Miguipu: Así, matebilic. Ya está cocinado y enviado. Veremos qué pasa si pasa la censura...
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