Esto (de arriba) es la imagen de una pelota tailandesa fotografiada en un bar de una playa venezolana. Y esto (de abajo) es el texto que leí al regresar de un viaje más a los Llanos venezolanos. (De un pueblo que se llama Calabozo. El nombre es un ejemplo de honestidad poco común). A lo que iba, leí esto a medianoche y lo copié. Es de Julio Camba a quien, creo que ya lo he dicho, suelo leer a medianoche. Escuchen con atención:
"Si yo tuviera un casita a orillas del mar, o bien en la falda de una montaña, ante un paisaje de esta y esta manera, ¡qué bien trabajaría yo allí!...
Esto nos decimos todos y, sin embargo, yo, por mi parte, nunca he trabajado más a gusto que en plena redacción, ante un compañero que hace chistes y pide pitillos, o que en un antrillo sórdido, debajo de una teja, en el quinto piso de una calle con mucho tránsito, llena de bocinazos, de pregones y de toda clase de ruidos. En plena Naturaleza soy hombre muerto. Lo que menos se me ocurre frente al mar inmenso o a la augusta montaña es hacer un artículo para un periódico, y si lo hago es a la fuerza. ¡Dios bendiga a esos hombres que ante el espectáculo de la Naturaleza sienten el deseo irresistible de escribir para la Prensa periódica, y que, para confeccionar un artículo de tres cuartos de columna, creen necesaria la colaboración del mar, del cielo, de los árboles y de los pájaros. A mí, la Naturaleza me produce una sola inspiración: la de dormir, la de no escribir artículo ninguno. Si al asomarme a mi ventana recén levantado, veo el mar a mis pies, ya no encuentro manera de hacer una línea. Por lo demás, ¿qué clase artículos puede escribir uno ante la Naturaleza? ¿Descripciones poéticas? ¿Es que es lícito cobrar un sueldo de un periódico para hacerles tragar a los lectores descripciones poéticas de la Naturaleza?
Yo no comprendo que la Naturaleza inspire a los escritores y que no inspire, por ejemplo, a los cerrajeros. Es dcecir: eso de que frente a la Naturaleza un escritor sienta el deseo irresistible de hacer un artículo, me parece igual que si un cerrajero sintiera el mismo caso el deseo irresistible de hacer una cerradura.
Porque los artículos y los dramas, los versos y las novelas tienen generalmente con la Naturaleza una relación semejante a la que pueda tener la cerrajería. No nos hagamos ilusiones. La literatura no es, como creen muchos literatos, una cosa tan grande y tan bella como el mar o el cielo; a lo menos, la literatura que hace todo el mundo. Es una mala manera de ganarse la vida, y nada más. Irse al mar, o a la montaña, a un lago o a un bosque, escoger cuidadosamente cielos azules y crepúsculos aúreos para luego sacar de todo ello tres cuartos de columna del cuerpo nueve... No.
Esos tres cuartos se escriben más dignamente a la luz de un quinqué, bajo el techo ahumado de un cuarto de seis duros, en el quinto piso de una calle cualquiera".
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1 comentario:
Amén hermano.
Juano
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