En lo alto, uno grupo, observaba la inauguración a modo de vigías. En un momento de dramaturgia calculada, toman una bandera de Estados Unidos, es decir, el imperio, y comienzan a quemarla. Algarabía, más aplausos. Desgraciadamente, unas ascuas caen sobre la bandera de Cuba, lo que genera en la audiencia un grito ahogado. Parece que van a acabar ardiendo ambas banderas. Los vigilantes logran, a base de zapatazos, apagar las llamas cubanas, y se concentran en jalear las estadounidenses. Un suspiro de alivio se impone entre el grupo. Por fin, queda inaugurada la Plaza Manuel Marulanda de Caracas. Más aplausos. Dos días después leo la prensa: "Desaparecido uno de los asistentes al homenaje a Marulanda", un pastelero acudió a apoyar la causa y no volvió del "23 Enero". Un amigo me lo comenta: "Chamo, el 23 es candela, yo no me quedo mucho tiempo de noche por allá". Con razón. Me tomé una cereveza y me fui.
"La revolución no será retransmitida, será en vivo", continúa cantando el gran Scott-Heron. Él lo hacía por las calles de Washington DC, en los años 70.