viernes, 30 de marzo de 2007

De cháchara

De cháchara, en una esquina de Tucacas.

Las autoridades venezolanas acaban de decretar Ley Seca de Alcohol para los días de Semana Santa como parte del dispositivo de seguridad. Anda el personal que se sube por las paredes, comprando cerveza por cajas, a modo de provisiones ante un ataque nuclear.

El domingo me voy de boda a Bogotá, estaré una semana. ¡Feliz resurrección!

jueves, 29 de marzo de 2007

Gana la banca

En un estado socialista y antiimperialista, sorprende actuaciones como la siguiente. Ante la extrema liquidez (hay un dineral en las calles) de la economía venezolana, el ministro de Economía anuncia la emisión de 5.000 millones de dólares de la empresa petrolera nacional, PDVSA. En Venezuela existe el control de cambio: es decir, el tipo de cambio bolívar/dólar es fijado por el gobierno a 1 dólar/2.150 bolívares. Existe, también, un mercado paralelo que no es legal pero tampoco ilegal, en el que se pueden comprar y vender dólares a (3.600 bolívares, 3.700, 3.800) en función de la oferta y la demanda. Además, los ciudadanos venezolanos tienen restringido el acceso a dólares al año a cambio oficial.
Pues bien, el ministro anuncia que con los bonos de PDVSA se conseguirá eliminar parte de la excesiva liquidez que presiona al alza la inflación (17% en 2006) y permitirá a los venezolanos conseguir todos los dólares que quieran. Cierto, excepto por dos condiciones: tienes que tener 2 millones 150 mil bolívares para adquirir el bono (el sueldo mínimo mensual está 550.00 bs.) y tienes que tener una cuenta en dólares en el extranjero donde se te depositan los bonos.

¿Y para aquellos que no tienen la plata para conseguir uno de esos bonos? Le preguntan al ministro socialista. "Bueno, pueden pedir financiación en sus entidades bancarias". Tal cual. Los mejores amigos de la revolución, por tanto, los bancos. Y todo esto tras llamar ladrones, especuladores y corruptos a todos aquellos quienes depositaban sus ahorros en moneda extranjera en sus cuentas fuera de Venezuela.
Conviene no olvidar que los mismo bancos te ofrecen unos intereses máximos por tener tus ahorros en el banco del 10% cuando la inflación interanual en febrero fue del 20,4%. Como me decía un amigo economista, lo más inteligente en estos momentos en Venezuela es consumir.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Super Magoo

Tucacas, pueblo de curioso y divertido nombre, es el punto de partida de todas las excursiones hacia el Parque Nacional de Morrocoy. El pueblo consta de una calle principal atiborrada de puestos de ropa y artículos de baño, y pequeños puestos de comida rápida como el SuperMagoo. En frente dejamos el Twingo, en la casa de un anciano que salió a cobrarnos en toalla anudada y con la frente perlada aún con las gotas de agua de la ducha post-siesta. Cada día subía el precio, y añadía nuevas y estrafalarias tarifas (por el día, por la noche, por no mover el carro, por moverlo). Verlo dirigiendo el tráfico con su toalla rosa, la piel arrugada y los 30.000 bolívares en la mano frente al Super Magoo, constituyó una bonita escena de cómic underground.

En Tucacas el calor es sofocantemente húmedo, uno suda simplemente por el hecho de estar vivo. Y los perros, cómo no, dormitan tumbados de lado, indiferentes al trajín humano.

Ayer, al asistir a la conferencia de un aclamado sociólogo francés en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, me encuentro con un hombre con aspecto de topo (lentes, rechoncho, de paso corto y agitado, cara picada por la viruela) que me saluda efusivamente y me pregunta si me gusta el posmodernismo. Me encojo de hombros. Y él se me presenta como estudiante de filosofía. Bajamos hacia la sala, y me vuelve a preguntar:
- Pero, usted, ¿es posmodernista o marxista?-
- Peor -le digo-, periodista.
Se aleja murmurando entre dientes. En la sala, faltaban algunas sillas para acomodar a la audiencia. El filósofo con cara de topo, que no encuentra asiento, comienza a gritar:
- Marxismo, marxismo. Cuando traigan a un posmodernista, por lo menos pongan sillas para no permanecer parados (en pie). O si no, traigan a un marxista. Esto es una revolución marxista, oigan, MARXISTA.
Todo esto mientras desaparece, cual personaje de una obra de teatro del absurdo.

martes, 27 de marzo de 2007

Como un niño de teta

Ahora que soy buzo internacional tras cuatro inmersiones en Tucacas, costa occidental de Venezuela, puedo decir que he nadado junto a una tortuga carey, he visto peces-trompeta, peces-iguana, morenas, corales, esponjas y peces de unos colores que avergonzarían la paleta de cualquier pintor impresionista en ciernes. Lo que más me soprendió es funcionar en tres dimensiones, es decir, poder ver a gente y animales arriba y abajo. En tierra vivimos (la mayoría) en dos dimensiones y la gente sólo está arriba si está subida en un árbol o abajo si está tendida en el suelo. Es un estupidez, pero como todas las estupideces que damos por sentado es doblemente fascinante.
Y luego el cuerpo. El cuerpo es un misterio, y a medida que desciendes (llegamos a 14 metros de profundidad) se convierte en un misterio que no obedece y exige cosas raras: compensar los oídos, ascender al ralentí, cuidar los niveles de nitrógeno, expulsar aire constantemente... Existe la llamada narcosis nitrogénica, un mal que se produce a partir de los 30 metros de profundidad. Consiste en una borrachera subacuática provocada por el exceso de nitrógeno en la sangre: te descojonas solo, hablas con los peces, pierdes la motricidad... Pero, al revés que con el alcohol, subes unos metros y se pasa, sin resaca, desciendes otro poco, y vuelves a las andadas.

Sin embargo, la sensación de mirarle a los ojos a un pez multicolor, de acompañar en el elegante y grácil nadar a una tortuga carey o de recorrer un arrecife de coral caribeño embobado como un niño de teta es realmente grandiosa. Y el primer sorbo a la cervecita Polar fresca que te espera en la lancha retratada más arriba, ni lo cuento.

lunes, 26 de marzo de 2007

¡Eureka!

Conduciendo a lomos del twingo amarillo cruzamos el segundo puente sobre el río Orinoco, u "Orinoquia", como fue bautizado por el ínclito Hugo Chávez en noviembre de 2006. Infraestructura fundamental para la conexión del sur y el norte de Venezuela, y foto fija en cualquier álbum de logros bolivarianos, tiene una longitud de 3.156 metros. Se encuentra en Ciudad Guayana, a un centenar de kilómetros del primer puente sobre el río Orinoco, el de Angostura, en Ciudad Bolívar.

La obra fue llevada a cabo en cuatro años por las empresas CVG (venezolana) y Odebrecht (brasileña) y supone la gran arteria de enlace entre las industrias de sur-oriente (aluminio, oro, petroléo) y el norte del país. Desde Ciudad Guayana se despachan muchos envíos por tansporte fluvial rumbo al delta del Orinoco, aunque la pasada semana el tránsito fue cortado debido al encallamiento de un barco de bandera de Singapur. El motivo: la gente roba, para uso doméstico, los generadores que iluminan las señales de calado y acercamiento. Sin electricidad la señal, lógicamente, se apagó, y el barco, ciego, encalló. Tardaron 8 días en ponerlo de nuevo en circulación. En los periódicos apenas un breve. En cambio, la gira de Bush por Lationamérica, se cubrió con pulcritud y desvelo por los medios.

En Tucacas, el Caribe, donde me he sacado el título de buceo internacional, vi a uno de esos raros especímenes que pensé que sólo existían en los libros, y no fue bajo el agua: el orondo chavista con camiseta del comandante, gorra con la conocida foto de Korda del Ché, chaqueta del cavallino rampante de Ferrari y que discute agriamente con un camarero la calidad de la langosta que ha encargado. ¡Eureka, me dije, existen!

viernes, 23 de marzo de 2007

De palmeras y concubinatos

Diálogo de ayer entre el presidente Chávez, y uno de los voceros del Consejo Comunal (organizaciones de barrio chavistas) en la ciudad de El Tigre, estado Anzoátegui.
El presidente: Y, dígame, ¿cuántas mujeres embarazadas hay en su barrio?
El vocero: Ninguna, mi comandante.
El presidente: Pues algo hay que hacer, ciudadano (entre risas)... ¿Y cuántos ancianos en estado de abandono?
El vocero: Uno sólo, mi comandante
El presidente: Pues hay que ayudar, oíganme, hay que ayudar a ese ancianito... ¿Usted está casado?
El vocero: Mi comandante, yo vivo en concubinato.

Y así sucesivamente, la presentación televisiva de ayer fue delirante. Gritos de ¡Viva Gambia! (estaba presente el canciller de Gambia), ¡Viva Fidel Castro!, ¡Viva el pueblo mandinga! (etnia a la que pertenece el canciller gambiano). Y afirmaciones de este jaez: "Porque nuestra Madre Patria es España, con quien nos llevamos bien, pero más Madre es África para nosotros, con todos los respetos". ¡Divertida revolución, amigo Sancho! Me voy a la playa...

jueves, 22 de marzo de 2007

Somnolencia tropical

En Caracas, en Venezuela, uno se asombra de la cantidad de perros que ve tumbados sobre el suelo. Al principio parecen muertos (también hay muchos muertos, sobre todo en las cunetas de las carreteras, donde abundan sus cadáveres destripados), pero no, la realidad es que duermen, echan sus siestas, como cualquier hijo de vecino, para combatir el calor tropical de mediodía. Y se tumban de lado, en cualquier sitio, en medio de la acera o en plena plaza. Más de una vez me he quedado parado mirándoles dormir, la respiración calmada del descanso, los leves gestos reflejos del sueño... De vez en cuando, si uno se queda el suficiente tiempo mirando, ve como el perro abre un ojo, para confirmar que la realidad sigue en su sitio. Y al comprobar que el observador se yergue sobre sus dos patas y con unos extraños cristales en la mirada, vuelve a cerrar los ojos, lo desecha como inofensivo: un hombre. El mundo gira igual en el trópico, aunque a mediodía ralentiza su paso, incluso en las revoluciones...

miércoles, 21 de marzo de 2007

Incomprensiones

Uno no deja de sorprenderse, o de ser sorprendido. En pasiva, mejor.

Voy al baño de un restaurante y me encuentro con un váter (un meadero, hablemos claro) de esta guisa: repleto de cubitos de hielo. Miro alrededor, y todos tienen el sumidero cubierto de hielos. A la altura de la mirada, recortes de prensa, principalmente crónicas y entrevistas de béisbol. Pero me es imposible levantar la mirada: ¿Para qué coño ponen hielo en el váter? ¿Para controlar la temperatura de las meadas y así mitigar su olor? ¿Ocurre lo mismo en el baño de chicas? ¿Si se tapona, como ocurre más de una vez, no agravamos el problema al añadir el volumen de agua del hielo derretido?

Se aceptan explicaciones...

lunes, 19 de marzo de 2007

Podemos

Podemos es el segundo partido del grupo oficialista que conforman la Asamblea Nacional de Venezuela (167), tras el Movimiento V República del comandante Hugo Chávez (118 diputados). Todos apoyan al Gobierno de Hugo Chávez (la oposición decidió boicotear las elecciones, alegando fraude: algo que nadie, ni siquiera los observadores internacionales presentes, Jimmy Carter & co. y la UE han probado).

El pasado diciembre, el presidente venezolano sorprendió a todos anunciando la próxima creación de un partido único (el Partido Socialista Unido Venezolano). Y emplazó a sus compañeros de viaje: Podemos (19 diputados), Patria Para Todos (10 diputados) y el Partido Comunista (7 diputados), a que decidiesen entre la disolución para entrar a formar parte del partido único, o mantenerse con nombre propio, pero ya en las filas de la oposición. Andan todos deshojando la margarita, pero nadie se atreve a decir ni mú. Todos hablan con calculada ambigüedad. Pero nadie se para en seco. Veremos. En agosto, Chávez ha prometido el nacimiento del nuevo partido. Sin palos en las ruedas.

Todo el mundo habla, pero nadie dice nada.

Proa

El caño de Piacoa, al fondo, por donde navega una curiara. En primer plano, un marino despistado. El río Orinoco, en época de lluvias (mayo-diciembre), se eleva más de 10 metros. Desde la barca detenida en tierra, en un atardecer de esos que asustan por la incapacidad de juzgarlo, a uno le da por pensar.

El proceso revolucionario mantiene su curso, con agua o sin agua. Y que reme el que vaya en la proa.

sábado, 17 de marzo de 2007

jueves, 15 de marzo de 2007

Suerte

Ayer, al agarrar el taxi de vuelta al barrio, tras el rutinario regateo de tarifas, veo que el conductor disimula una cervecita en una mano mientras conduce con la otra. Lo miro de reojo, y sonrío. Él me ve, y comenta: "Hace una calorcito fuerte, las compré allá abajo. ¿Usted toma?" Asiento, entre sonrisas. "Pues si quiere, ahí hay una, agárrela". La cojo, y bajamos los dos, conductor y cliente, tomando una cervecita bien fresca hacia Santa Eduvigis, escuchando un tema de salsa. Me pregunta si en España se puede hacer lo mismo. Le digo que sí, si no te ven. Y el me responde, con ironía: "Igualito que en Venezuela".

miércoles, 14 de marzo de 2007

Pabellón criollo


Este es el desayuno oficial venezolano: frijoles, carne mechada, huevos fritos, arepas y tajada (banana frita). A mi la tajada no me gusta especialmente, demasiado dulce, pero el resto es una delicia. Bocado contudente para comenzar el día. De acompañamiento, un exquisito jugo de parchita. Todo ello en Puerto Ordaz, corazón industrial de la zona oriental de Venezuela. Y en la que se unen los ríos Orinoco y Caroní en una confluencia animal.

La política venezolana es un tiovivo arrollador, a su lado la española, parece un juego de niños resabiados. Aquí se habla de golpes de estado, magnicidios y asambleas constituyentes con una naturalida pasmosa. Como dice Alejo Carpentier en su novela Los pasos perdidos, "aquí siempre tenemos un zafarrancho en la reserva". La novela, sobre la Gran Sabana y el Alto Orinoco, sólo me gusta a ratos. Es engolada como sólo puede serlo un cubano atiborrado de leche merengada.

martes, 13 de marzo de 2007

Sopa de piraña

Dos monstruos de la naturaleza, a medio remojo en aguas del Orinoco. El de tez olivácea es Julio César, nuestro barquero por aguas y caños del río. Un vecino de Piacoa, un lugar en el delta del Orinoco en el que era mucho más difícil encontrar agua que cerveza fría, y eso que llevaban diez días sin electricidad. Julio César no se cansaba de alabar las propiedades afrodisíacas de la sopa de piraña. Desafortunadamente, no pudimos probarla. Aunque a juzgar por las historias de Julio César era puro realismo mágico.

No vimos muchos animales, apenas unas toninas (delfines de río) y unos monos aulladores (aguaratos) que se hallaban en silencio, serían los raros de la familia. Lo que más sorprende del Orinoco es su inmensidad, un mar verde, y el silencio sobrecogedor que, de repente, se llena de los sonidos más desconcertantes. El agua es limpia y Julio César, a la vez que achicaba el agua que se acumulaba en la barca, bebía buenos sorbos directamente del Orinoco, estuve a punto de acompañarle (el sol era abrasador y pegaba plano debido a esas cosas de la astronomía) pero un prurito sanitario y un gritito de mi estómago pidiendo clemencia me disuadieron. Julio César, sin embargo, aseguraba que: ¡ummmm, está sabrosa! Nos llevó a un casa en medio del río (una autopista sin indicaciones de ningún tipo, a la media hora todas las bocas de los caños te parecen iguales) en la que un hombre vivía en una hamaca, cuatro perros se morían con tranquilidad bajo el sol tropical y cinco cerdos correteaban buscando sombra. El hombre tenía una escopeta y cuatro dientes, juegueteaba con el cañón de la escopeta con el dedo gordo del pie y su mano al darle saludarle me pareció un pergamino.

Al llegar al puerto, descubrí que estaba medio rojo, medio moreno por el sol, y que la gente al borde del Orinoco apenas tiene agua potable, pero dispone de televisión por cable y la cervecita más fresca que he probado. Volvimos a las 6 de la tarde, porque a partir del anochecer aparecen los piratas, que vienen encapuchados, y roban el motor de la barca a punta de pistola y machete. ¿Y la policía?, pregunto a Julio César. "La policía no se mueve del cuartel, que es más seguro", dice Julio César.

lunes, 12 de marzo de 2007

Pare, mire, escuche

¡Atención! Así indican en Venezuela, estado Bolívar, a los conductores la proximidad de un paso a nivel. Así hice: paré, miré, escuché y tomé la fotografía. Cerca de Puerto Ordaz. Apenas a 30 kilómetros de la represa del Guri, la segunda más grande Latinoamérica (la otra es Itaipú, entre Brasil y Paraguay). Surte de electricidad al 60% del territorio venezolano, e incluso vende parte de su producción a Brasil y Colombia.

De camino, en nuestro viaje, en una las numerosas alcabalas (controles policiales) de las carreteras venezolanas, dos de los soldados de la Guardia Nacional (GN) nos pidieron que les llevásemos a la represa, pues debían cumplir turno. Es difícil decirle no a un tipo vestido de caqui y con un subfusil del tamaño de un fémur. Y sin son dos, pues la decisión es obvia. Hablamos de política, y de España. No de política española. Nos preguntaron qué nos parecía Chávez, el comandante. Yo iba conduciendo, Jaime de copiloto iba explicándoles que era biólogo... Al ver que nos azoramos un tanto por la pregunta, para tranquilizarnos, uno de los soldados nos dice: "... pero estense traquilos, no hay problema, conversen lo que gusten que no les vamos a llevar presos ni a detener..." Hablamos, hablé, pero di más vueltas que un tiovivo para no decir más que vaguedades repletas de adverbios fugaces y frases a medio hacer, casi me mareo de hablar y no decir nada. Pero nos reímos los cuatro de lo lindo. Claro, entramos al parque como si fuésemos el canciller de energía, no nos miraron ni la cara. Como la seda. Los subfusiles FAN asomando por la ventanilla del twingo amarillo y las boinas rojas de la GN eran la mejor credencial. ¡Adelante, son buenos panas (chicos)!

lunes, 5 de marzo de 2007

El Silencio

Este es el barrio de El Silencio, en el centro histórico de Caracas. Hoy en día es un hormiguero humano en el que el silencio brilla por su ausencia. Como contraste, a nivel retórico, tiene sentido el nombre del barrio. Pero el motivo de llamarse El Silencio, se debe a una espantosa peste que se declaró en la zona a mediados del siglo XVIII. La peste del vómito negro, la llamaban, así que no me extenderé más sobre ese punto. Su acción fue tan devastadora que muchos de los habitantes del barrio (sobre todo los vivos, claro está) comenzaron a emigrar hacia los pueblos que rodeaban Caracas por entonces y que hoy ya son parte de la ciudad: El Cafetal, Petare, Chacao... Y claro, no se escuchaba una voz (ni un alma) en El Silencio, por entonces. De ahí la denominación.

Hoy todo es al revés: el bullicio y el ajetreo es tal que hasta los indigentes no paran quietos. Uno puede encontrar cualquier cosa, cualquier cosa en los aledaños de la zona. Pasear por El Silencio es uno de esos raros placeres que ofrece Caracas. Es como nadar en medio de un oceáno humano embravecido.

PD - A la tarde salgo de viaje hacia Ciudad Bolívar y Puerto Ordaz, estaré una semana por el Oriente del país. Así que, dependiendo de las conexiones internaúticas, publicaré (o no) nuevas entradas. Trataremos de llegar al Delta del Orinoco.

Jinetes en la noche

Aquí se puede ver a un llanero, a última hora de la tarde, listo para emprender un viaje por los llanos venezolanos. La yegua, de nombre Renata, corría para atrás. Caso fascinante en el mundo equino.

Últimamente, se discute en Venezuela acerca de la existencia o no de escasez de alimentos en el país. Unos dicen que no, otros que sí. El coordinador de los Círculos Bolivarianos ha llegado a señalar en un arrebato de relativismo revolucionario que "la escasez depende en muchos casos de la percepción por parte del consumidor que acude a los Mercados". Tal cual. Lo cierto es que el control de precios al que obligan a vender productos como el pollo, el azúcar, los frijoles (aquí llamados caraotas) ha generado que muchos empresarios decidan no vender a pérdidas (como quiere el Gobierno) y no pongan en venta las mercancías. Resultados: la mercancía se encuentra en los buhoneros (vendedores ambulantes informales) a un precio muy superior.

Pero que nadie se escandalice, uno puede encontrar divinos quesos franceses y españoles, vinos australianos, o whisky escocés etiqueta negra sin problema. El país es una jaqueca económica a lomos de una rumba salsera. Aquí querría yo ver a los economistas más rectangulares, les saldrían sarpullidos. Aquí todo es válido al mismo tiempo: compra a futuros, cambio de divisas a cinco precios distintos, cupones de comida, el trueque, nacionalizaciones a precio de mercado... Pero Venezuela continúa, impertérrita. Me decía el otro día un colega venezolano: "Venezuela no es un país, chamo, Venezuela es un clima".

viernes, 2 de marzo de 2007

Métafora visual de Caracas a ras de suelo


Hermann Capriles

Uno de los personajes más fascinantes de Venezuela. Ya hablé de él. Aquí lo muestro navegando por el río Tiznados. Lo tengo también cantando joropos, agarrando una serpiente o cabalgando un caballo como un mozo andaluz. Tomaba ron como quien come maníes (cacahuetes). Su dieta era básica, clásica: "sólo como una vez al día, estoy gordo, tengo reservas".

Ayer Chávez, en su Aló Presidente, expuso su teoría acerca de la belleza intrínseca de Sudamérica. "Norteamerica -decía con un mapa en la mano- es fea, toda desparramada por aquí arriba, desmembrada. Sin embargo, miren Sudamérica, una bailarina bailando sobre un sólo pie. La geometría perfecta. Y lo digo sin ideología. La más bella".

jueves, 1 de marzo de 2007

La rigidez del tiempo

Ayer me disponía a comprar el boleto para viajar a Bogotá, con motivo de una boda vasco-danesa-colombiana. Todo perfecto, hasta el momento del pago con mi tarjeta de débito venezolana. Era el último día del mes, 28 de febrero. Pues bien, como todo el mundo sabe, menos yo, los últimos días de mes las tarjetas de banco no funcionan en Venezuela. "Los bancos están cansados, cierran sus servicios y se dedican a contar el dinero". Explicación prístina, mueca sarcástica. Hoy a primera hora he pasado por la agencia (se llama Trotamundos) y he pagado. "Se han despertado contentos los bancos", me dicen. Esto de considerar a los bancos como niños de teta me parece una violenta ironía.

En la noche acudí al Centro Catalá a un cumpleaños. Música: Deep Purple, Rolling Stones. Vino: Tempranillo de Navarra. Comida: chistorra, camarones y ceviche. Una placa de 1983, inaugurada por no sé quien, rezaba una cita del ínclito Simón Bolívar: "Ojalá los pueblos de Sudamérica tuvieran el mismo sentimiento nacionalista de los catalanes". El Centro Catalá es una maravilla, en las faldas del Monte Ávila, con Caracas a sus pies.

En una conversación con una chica que trabaja para Unicef en Puerto Ayacucho, capital del estado de Amazonas, se quejaba amargamente acerca de las dificultades para acceder a comunidades del Alto Orinoco, en la selva. 10 días de viaje remontando ríos, para explicar medidas de prevención de la malaria, y al llegar al pueblo se encontraban con que todo el mundo tenía coca-cola y camisetas y franelas rojas de Chávez. "Los microscopios (imprescindibles para detectar la enfermedad en sus primeras fases) nunca llegan. Las camisetas y la coca-cola, en cambio, nunca faltan". Otro de los problemas, me decía, es la dificultad para explicarles a los indígenas la ncesidad de tomarse las medicinas tres veces al día. "El tiempo, para ellos, funciona de otro modo. No conciben las tres de la tarde, por ejemplo. Es algo demasiado rígido".