miércoles, 29 de agosto de 2007

Animales que no caminan

Es sorprendente comprobar que quien sostiene el cartel de una pescadería es una cabra. Las cabras pululan por los lugares más inhóspitos de Venezuela. En la isla Margarita las he llegado a ver husmeando en la playa en busca de briznas de yerba imposibles, muertas de sed. Están flacas, enjutas y te suelen mirar mal, aunque no tienen fuerzas ni siquiera para cagar esas bolitas negras tan bonitas que regalan a la naturaleza. Lógicamente, evité el cabrito de los menús.
Pero no el pescado. El pescado caribeño: pargos, roncadores, carites, meros... es delicioso. El lema de mi dieta: "evita a los animales que caminen", incluye una excepción. Los camarones caminan, pero lo hacen bajo el agua. Excelsos los camarones del Caribe, ligeramente más grandes que los del Mediterráneo e igual de sabrosos. Constituyen un ingrediente fundamental en las tres comidas del día: empanada de camarones al desayuno, al ajillo en la comida y en tortillita a la noche. Venezuela produce el 60% del pescado del Caribe, y sin embargo, sólo encuentras buen pescado en la costa. Cuando digo costa, es en la misma costa. Dos kilómetros tierra dentro y ya no hay pescado. En Caracas, a 30 kilómetros del Caribe, el pescado existente, que no es mucho, tampoco es bueno. En el bajo Orinoco se puede comer un pescado de la zona, el lau-lau, que a la brasa con arroz y plátano frito es más que bueno. Al cubano y escritor Alejo Carpentier, le encantaban. Quien, como todo comunista, tenía un excelente sentido del gusto y del abdomen. El otro lugar en el que se come buen pescado es Mérida, en los Andes venezolanos. Admiradas y admirables truchas deambulan por sus ríos, me han dicho. Aún no he ido, pero está en la agenda. A mediados de septiembre.

martes, 28 de agosto de 2007

Votar y botar

En Venezuela existen numerosos problemas ortográficos. Una de las confusiones más comunes es entre la be y la uve. Aquí se llaman "be alta" y "ve baja". Y botar, con la "be alta", a orillas dle Caribe, significa tirar, arrojar. Las confusiones, sin embargo, generan divertidos e interesantes juegos de palabras. Como el de la fotografía, tomada en Chichiriviche. Obviemos el hecho de que existía abundante basura bajo y al lado de la pintada. Lo atractivo de la pintada es la ambigüedad inconscientemente generada. Es una verdad política como un templo: no hay que votar basura, y la otra, de urbanismo, no es menos cierta: no hay que botar (lanzar) basura. En una de las guías turísticas en inglés que aparecen sin saber de dónde han salido, recomendaban no criticar el exceso de suciedad en Venezuela. Decía que la gente podría mostrarse ofendida. Claro, la mierda ofende. Acerca del voto (que no del boto) basura, hay largos y procelosos estudios de acartonado academicismo. Hace dos semanas, el comandante Hugo Chávez presentó su proyecto "manuscrito" de reforma constitucional. Y lo leyó en la Asamblea punto por punto. Seis horas de discurso. Entre las proposiciones, la reelección continua para el presidente. Entre las polémicas, la no reelección continua de alcaldes y gobernadores. Uno sí, los otros no. Y una referencia a la economía socialista como eje y guía, sin ser explicitada. Habrá referendum en diciembre, y se votará sí o no.

Veremos a ver, que dicen, redundando, los más viejos del lugar.

lunes, 27 de agosto de 2007

La comunicación móvil

Tras los días vacacionales a lo lomos del asombro familiar que me acompañaba, uno redescubre Venezuela. En la avenida norte de Chichiriviche, en pleno Parque Nacional de Morrocoy (4 horas al oeste de Caracas), apenas hay tráfico. Por lo que los conductores pueden pasearse en calma, mandando mensajes por el celular mientras la motocicleta enfila la recta repleta de charcos de agua, cuerdas de barco y cascos de botellas de cerveza. Las motocicletas conocen el camino.
(Todo el mundo bebe en Venezuela, pero es que en vacaciones la gente bebe incluso cuando se está bañando. Un chapuzón, y un buen sorbo de cervecita. Y otra vez, y otra más. La borrachera como forma de vida. La vida como embriaguez)
Y las tormentas. Venezuela, por su ubicación geográfica, al sur del mar Caribe, no tiene que lidiar anualmente con los envites de los tormentas tropicales. Pero la cola de los huracanes se deja notar, y de vez en cuando, el cielo se opaca en un gris gruñón, para descargar toneladas de agua. Los relámpagos arrancan destellos a la noche, y los truenos abren grietas en el cielo. Al finalizar, una calma serena se asienta y el mar se mece tranquilo. Vuelvo a Caracas, y en el viaje en el metro, me sorprendo diciéndome frente al vagón de colores: "¡coño, la ciudad sí que es rara! Me estoy volviendo criollo. Tengo que comentárselo al médico".

jueves, 16 de agosto de 2007

Vacances

Hugo Rafael Chávez Frías presenta su Reforma Constitucional, y un servidor se va de tourneé, con la familia, por el Mar Caribe. Vuelvo en diez días. ¡Salud!

miércoles, 15 de agosto de 2007

El kiosko de El Silencio

La avenida Baralt, en el centro histórico de Caracas, echa humo. En los kioscos, los periódicos ofertan sus noticias. Gritando en silencio, en pleno barrio de El Silencio.

lunes, 13 de agosto de 2007

Hotel

La decoración de la habitación en la que nos alojamos en Puerto La Cruz, ciudad gris que explotó en los años 30 a raíz del boom petrolero, y que hoy en día concentra la gran parte de la industria marítima de ocio en Venezuela. Es decir, yates. Hay multitud de yates navegando por las aguas del Mar Caribe, y la mayoría parten de Puerto La Cruz. A una hora se encuentra el Parque Nacional de Mochima, donde retocé en las aguas cristalinas de las Islas Caracas. Tengo un catarro tropical que me impide bucear en profundidad con bombonas, así que me dediqué a molestar y observar a los peces trompeta y sapo que me encontraba en la superficie. Claro, me quemé la espalda. El lugar es maravilloso, pero lo mejor, como suele ocurrir, son sus gentes. Dos hermanos gemelos, que llevan visitando Mochima desde 1970. Uno de ellos ingeniero, el otro buzo profesional. Ambos con un conocimiento asombroso de la historia venezolana. Porque uno de las rasgos característicos (y envidiables) de los venezolanos es su conocimiento exhaustivo de su propia historia, algo que no se puede decir de los habitantes de la península ibérica. Rodolfo, el buzo, anduvo coqueteando con la guerrilla, y nos narró, saboreando un delicioso pescado frito, su pasó por una comisaría. Estuvieron a punto de violarle para que hablase, sólo entonces, se decidió a explicar al carcelero que su padre era el director general de la policía en Caracas. Al poco, apareció el padre con un revólver. En minutos estaba fuera. Esto es sorprendente, desde luego. Pero a mí me lo pareció mucho más que me narrase cómo lograban pescar meros del tamaño de un hombre adulto a 30 metros de profundidad, a pulmón. Mientras buceaba el personal que no andaba acatarrado, yo permanecía en la canoa, en plena bahía de Manaure, mirando los acantilados de color rojizo que caen verticales. La belleza de la naturaleza, y uno juega a componer versos de ecológica fantasía. Fue hermoso hasta que me dormí a la deriva. Tuvieron que despertarme a gritos. ¡Coño, se estaba en la gloria!, dije. Y empecé a remar de vuelta a la playa. Se estaba mejor en el mar que en tierra firme.

jueves, 9 de agosto de 2007

Secretaria

Hágase secretaria con Windows. Secretaria ejecutiva, claro. Y Windows, que lo es todo en este mundo. Me siguen sorprendiendo los carteles y las rotulaciones de Caracas, y eso que debería haberme acostumbrado. Sin embargo, la exquisita mezcla de ingenuidad pueril y ambición adolescente, hacen que siempre que tomo fotografías, acabe enfocando, casi sin querer, la multitud de carteles que decoran la gran escenografía que es Caracas.

Ayer, tomando una pizza, uno de esos momentos que no pueden dejar de anotarse: el parquero agarró el cono naranja con el que demarca la zona de aparcamiento del restaurante (la figura del parquero en Caracas, es tan fundamental, o más, que la del camarero) y, utilizándolo a modo de altavoz, comenzó a gritar la matrícula de un Renault mal estacionado. Empleó, además, esa voz engolada que sólo se encuentra en los cuentos en los que aparece la figura ya extinta del pregonero mayor, con la cadencia latosa de quien lee un edicto municipal. Una escena hilarante. Lástima que no había una cámara de fotos a mano.

En una de esas fulgurantes y vertiginosas conversaciones que nos depara el messenger, escribí un par de frases que, luego, me volvieron a la cabeza. Hablaba con una actriz gallega de la consabida imagen de Europa como una viejecita que se dedica a hablar de todo al calor de su calefacción socialdemócrata mientras saborea una taza de tè indio; y se me ocurrió oponer la de Latinoamérica como una adeolescente en plena edad del pavo que se dedica a gritar a los cuatro vientos consignas contradictorias, plagadas de los cambios de tono característicos de la edad.
Parece una tontería (quizá lo sea), pero a mí me dio qué pensar todo el camino (medio kilómetro) que separa mi trabajo del metro de Plaza Venezuela.

martes, 7 de agosto de 2007

La Revolución

En uno de los libros más fascinantes que he leído en los últimos tiempos, cortesía de Eneas Bernal, anoto un párrafo sobresaliente, que me despierta súbitamente en plena lectura. El escritor, el austríaco Stefan Zweig, lo publicó en 1932, diez años después se suicidó con su mujer en Brasil. Aquí va:

"Pues el concepto de Revolución es, en sí mismo, muy dilatado, abarca una escala de infinitos grados, desde la más alta idealidad hasta la brutalidad más positiva, desde la grandeza a la crueldad, desde los espiritual hasta su contrario, la violencia; cambia de modo de ser y se transforma, porque siempre recibe su color de los hombres y sus circunstancias. En la Revolución francesa, como en toda otra, dibújase claramente dos tipos de revolucionarios: los revolcuionarios por idealidad y los revolucionarios por resentimiento; los unos, mejor dotados que la masa,quieren elevarla hasta su nivel, hacer ascender su educación, su cultura, su libertad, sus formas de vida. Los otros, que lo han pasado mal ellos mismos, quieren tomar venganza de aquellos que lo pasaron mejor, procuran dar satisfacción a su nuevo poder a costa de aquellos en otros tiempos poderosos. Esta disposición de ánimo, como fundada en la dualidad de la naturaleza humana, halláse en todos los tiempos. En la Revolución francesa, el idealismo había tenido primeramente la supremacía: la Asamblea Nacional, que se componía de nobles y burgueses y personas notables del país, quería auxiliar al pueblo, liberar a las masas, pero la masa liberada dirigió pronto su fuerza sin trabas contra sus propios libertadores; en la segunda fase ejercieron predominio los elementos radicales, los revolucionarios por resentimiento, y en ellos el poder era demasiado nuevo para que pudiera resistir al placer de gozar abundantemente de él. Figuras de pequeñez mental, libradas por fin de una situación estrecha, se apoderan del timón y su anhelo es el de rebajar la revolución hasta su propia medida, hasta su propia mediocridad mental".

lunes, 6 de agosto de 2007

Rabo de cochino

Aquí en Venezuela, el béisbol manda. Se ven todos los partidos de las Ligas estadounidenses, en las que militan un puñado de jugadores criollos. Muy buenos, por cierto. Magglio Ordóñez, Johan Santana, Carlos Zambrano, Bob Abreu... Están obsesionados con el béisbol. Como en Europa lo estamos con el fútbol. Se derrochan ríos y ríos de tinta sobre el deporte. Más que sobre fútbol, de hecho. Todos los niños venezolanos quieren ser peloteros, como se dice aquí. También el presidente, Hugo Chávez, lo quería ser cuando era un "chamito", allá en los Llanos de Barinas. Jugaba de pitcher (lanzador), y tenía un lanzamiento estrella, su as en la manga. Lo llamaba, y lo sigue llamando, "rabo de cochino", ya que el efecto en espiral recuerda la divertida cola de los cerdos. Y lo utiliza como metáfora para argumentar sus sesudas y preclaras explicaciones de geopolítica, y amenzar con "ponchar" (eliminar) con la rabo de cochino al bateador que se le presente. El béisbol es un deporte de cabeza, no se cansan de repetir los fanáticos. Y debe de serlo a juzgar por la cantidad de gente presente en los campos durante horas (no tienen una duración predeterminada), porque apenas corren: muchos están gordos. Suelo ver béisbol por la televisión. Con una cerveza en una mano y un libro en la otra. Sigo sin entender sus vericuetos. Pero los jugadores de béisbol escupen mucho mejor que los futbolistas. De una vez, directamente, de manera compacta, como si lanzasen una diminuta bola desde la boca. Y es raro, porque apenas corren, insisto. Un compañero me dijo hoy en el trabajo: "Cónchale, cuatro años en este país, y todavía no entiendo el juego". Pues eso, que será cuestión de fe. En octubre comienza la liga venezolana...

domingo, 5 de agosto de 2007

De juguete

Como todos los guiris, he cumplido ya con mi cuota de fascinanción pop por el poder bolivariano. Me compré dos Chavecitos, por 75.000 bolívares (para una amiga canadiense y para un servidor). Hablan, los muñecos hablan: contienen diversos discursos grabados por el comandante. En uno agita la úvula loando la nacionalización petrolera, en el otro jalea incansablemente la consigna cubana "Patria, socialismo o muerte". Ayer, en casa, en un arranque de masoquismo sabatino: les enfrenté (a los muñecos, se entiende) y se pasaron casi cinco minutos discutiendo, cara a cara. Para discutir sólo hacen falta dos, aunque digan lo mismo.

Hugo Chávez recibió estos días la visita de un tal Sean Penn. Recorrió Caracas, visitó las plantaciones de cacao en Barlovento (donde se nutre la suiza Nestlé y otros conglomerados confiteros) y el presidente llevó al antiguo marido de Madonna de viaje al estado Táchira, en la frontera con Colombia. Chávez llamó valiente a Penn por su oposición a la guerra Irak; Penn se limitó a sonreír tras las gafas de sol y agradeció la hospitalidad del pueblo venezolano, y la de su presidente, claro está. Las malas lenguas (y aquí en Venezuela, las hay muy malas, sobre todo cuando aciertan) señalan que Penn viene en busca de financiación para un próximo film. Visitó la Villa del Cine, en Guarenas, a las afueras de Caracas. La Villa del Cine quiere hacer frente al imperialismo de Hollywood, y para ello producirá varios largometrajes sobre figuras clave de la historia venezolana (Francisco de Miranda, que se acostó con Catalina la Grande, según todos los taxistas venezolanos) y ya ha otorgado el mayor monto de la historia del cine venezolano para una película que dirigirá Danny Glover (sí, el de Arma Letal) sobre el líder haitiano de la independencia de la isla La Española, Toussiant: 18 millones de dólares. Ya los cineastas criollos se han quejado por agravio comparativo. "Coño la madre, se dicen, no viene el Glover a por plata a Venezuela, se la dan, y a mí andan regateándome los millones de bolívares". Entre los proyectos de ficción de la Villa del Cine, se encuentra el traslado a la pantalla de una novela escrita por el Ministro para el Poder Popular de la Cultura, Francisco "Farruco" Sesto. Y tal y tal.

sábado, 4 de agosto de 2007

Arte

Ya pasó la fecha del curso "El arte de encontrarte a ti mismo", sin embargo, las chicas flacas y simpáticas aún están a tiempo de llamar al sujeto que pegó, malamente, el anunció de la semana en Caracas: "Hombre buscar chica flaca y simpática". Dan ganas de llamar al celular que utilizó a modo de firma. Lo más sorprendente es el tosco uso del infinitivo, sin conjugar. Que resuena como una pedrada. Unos tratan de encontrarse a sí mismos, otros buscan chicas flacas y simpáticas. Al ver ambos anuncios, se me pasó por la cabeza que quizá el hombre que busca a la chica podía pasarse por el curso artístico sobre la búsquda de uno mismo. En la cabina de teléfonos donde encontré los carteles, a escala reducida, yacen las miedos de una sociedad que mira al cielo buscando barcos y helicópteros en el mar. La desorientación como mapa. En las historias míninas se encuentran las palabras mayúsculas.