martes, 31 de julio de 2007

Amor a la patria

Y es que cuando a uno le piden que grite: "Patria, socialismo... o muerte. ¡Venceremos!", cada dos por tres, pues uno acaba irritándose. Y más cuando tu presidente plantea una reforma constitucional de la que él es el único conocedor. Hablé con el presidente de la Comisión Presidencial para la Reforma Constitucional. Y no sabía nada. "Sólo sé que el borrador que circula por los medios de comunicación se parece vagamente al primero que hicimos en la comisión, y hemos presentado siete más", dijo mientras sorbía café tras café. "¿Pero, la opinión de la comisión es vinculante o consultiva?". "La reforma constitucional saldrá directamente de la pluma del presidente". Aquí nadie sabe nada, y de lo que sabían ayer hoy no se acuerdan.
De lo poco que se sabe (por boca del presidente, claro), es que se planteará una reeleción indefinida, pero exclusivamente para el presidente de la República, no para alcaldes y gobernadores. El mismo presidente de la Comisión Constitucional, el orondo Carlos Escarrá, comentó que no veía claro cómo se podía encajar constitucionalmente la reelección indefinida sólo para el presidente, excluyendo a cargos municipales y estatales. Tres días depués, le leo en la prensa afirmar que son cargos distintos, y por tanto, sí que es constitucionalmente encajable la reelección sólo para Míster Presidente.
Incluso el alcalde metropolitano de Caracas, el también orondo Juan Barreto, llegó a afirmar que él había llegado a la alcaldía para liquidarla. Y tal y tal. La reforma se presentará antes del quince de agosto, y el presidente la presentará en cadena nacional (retransmisión obligatoria de radio y tv), artículo por artículo. Hay dos maneras de interpretar el tinglado político en Venezuela.1) A Chávez le tienen, en su propio partido, más miedo que al coco. 2) Chávez, en su partido, no se fía ni de su sombra. Ambas son ciertas.

Sabana Grande

El Boulevard de Sabana Grande, en Caracas, antes se llamaba avenida Abraham Lincoln. Es una amplia avenida peatonal que conecta Plaza Venezuela con Chacaíto. Hace un año, me cuentan, era un enjambre de buhoneros (vendedores ambulantes) que acechaban a los transeúntes. Los robos eran el pan de cada día, y muchos caraqueños optaron por eliminar de sur rutina semanal el paseo familiar por el boulevard. Ahora ha cambiado, me dicen. Se pasea con tranquilidad, el bullicioso ambiente atrae a saltimbanquis, titiriteros y artistas del hambre, y hay animadas partidas de ajedrez en las que los contendientes acaban dormidos poco antes del primer jaque. Hace calor y las cervezas de las numerosas tascas y areperas están bien frías. Centenares de comercios incitan al paseante con sus llamativos colores y rotulaciones. Es difícil no entrar en alguno. Los nombres de los negocios son delirantes. Dos ejemplos: Una zapatería vende su calzado como "Gasolina Colombiana". Y una compañía de seguros, premio a la sutileza, atrae al cliente bajo el nombre de Seguros La Seguridad. La redundancia como reclamo publicitario. Un par de veces a la semana recorro el boulevard, ahora ordenado gracias a la labor de Freddy Bernal, alcalde chavista del municipio el Libertador. Los policías armados nos protegen. Subfusiles y calibres 39 velan por nuestra seguridad. A última hora de la tarde, sobre las seis, la luz se vuelve azulada y se disfruta de uno de esos grandes placeres, por lo raro, que acontecen en Caracas. Caminar, a pie.

domingo, 29 de julio de 2007

Los zapatos de la camioneta

Esta es la parada donde todas las mañanas aguardo la camioneta que me sube al trabajo. Salgo del metro en Plaza Venezuela, camino hasta la plaza Bolivia y ahí está la cola que espera la camioneta. La camioneta no tiene horarios. Sale cuando los asientos se llenan, si no el conductor espera en la calle echando un cigarrito. No se pone nervioso: la rentabilidad prima. Al lado, una señora prepara empanadas fritas: de carne mechada, de queso, de cazón (un tiburón pequeño). El puesto es minúsculo, apenas una bombona de gas y un cajita con las empanadas preparadas que sumerje en una freidora rebosante de aceite hirviendo. El pasaje son 900 bolívares (0,20 euros). Y siempre la radio con la música a todo volumen A veces salsa, a veces boleros. La subida a la Alta Florida es una cuesta recta con el asfalto lleno de agujeros y socavones. Hay mapas de Caracas hechos a base de los agujeros: agujeros con solera. Agujeros tradicionales. Los hay tan grandes que un niño de diez años apenas sobresaldría. Las camionetas, todas desvencijadas, que se arrancan con un alambre o con un mechero, llegan a las calles de la urbanización Las Palmas (la parte alta de la Florida) sudando un humo negro que delata la edad de un motor siempre al límite. Subir hacia el trabajo es fácil. Bajar es casi imposible. Pasan con una frecuencia arbitraria, a toda hostia y con varios pasajeros colgados de la puerta. Suelo bajar paseando, a eso de las 5 y media. Cuando Caracas es un atasco sobre cuatro ruedas. Pasear por la ciudad es un acto de rebeldía, digo; de ingenuidad, me dicen. Pero a uno le roban el carro, no las dos piernas, contesto. Y, claro, me sacan el titular del Últimas Noticias: "Baleado para robarle los zapatos". Periodismo en la revolución.

jueves, 26 de julio de 2007

Audrey en los Palos Grandes

Llevaba semanas tratando de fotografiar la pintada. Como ya he comentado, las pintadas en las paredes y muros de Caracas y Venezuela son un rasgo nacional. Las hay políticas, las hay íntimas. Esta pintada se encuentra en mi calle, la 1° avenida de los Palos Grandes. Varias veces me planté frente a la casa con la cámara fotográfica en la mano, el dedo índice sobre el disparador. Pero siempre aparecía el vigilante: un tipo en bermudas, con más de medio siglo de vida, encorvado y en chancletas. Gruñón, me apartaba a palmetadas, diciéndome que "esta no es su casa, ¿permitiría usted que hiciesen fotos en su casa?". Pensé que estaba enfadado porque no había tenido tiempo de limpiar la pared. Sin embargo, todos los días, en mi camino hacia el metro, veía la pintada. El anómimo escritor que le pide a Audrey que le dé un beso, y la firma a modo de flor. El vigilante (siempre encorvado, siempre en chancletas) aparecía cuando me disponía a tomar la instatánea. La verdad es que es el vigiliante menos intimidante que haya visto en mi vida. Pero uno respeta el trabajo de los otros. Así que aguardé la ocasión. Pasaban los días, y la pintada seguía. Ni rastro de intentos de limpieza o aseo. Hasta que, por fin, el pasado martes, día del natalicio de Simón Bolívar, al bajar de casa ante un sol afilado me crucé en la calle con el vigilante menos amenazador del Caribe. Corrí hasta la casa, desenfundé la cámara y disparé. Dos veces. Una por Audrey y otra por mí. La pintada ya está a salvo.

martes, 24 de julio de 2007

El bigote de Simón

Todas las ciudades y pueblos de Venezuela cuentan con una calle Bolívar y con una plaza Bolívar. Obsesión absoluta. Existen, también, multitud de cuadros e imágenes del Libertador. Este es uno de los pocos en los que Simón Bolívar aparece con bigote. Hay pocos bigotes en Venezuela. Y es una pena, porque creo que el bigote es sumamente elegante (hubo una época en la que yo también tenía uno). A veces jugueteo con la teoría de que en la actualidad, los bigotes son contemplados como un elemento estético retrógado, anacrónico. En política, la derecha conservadora de puro y naftalina ha conquistado el bigote. Sin embargo, creo que es una cuestión de moda histórica, y como tal, cambiarán las tornas. El bigote volverá a la libertad.
Hoy se cumple el natalicio de Simón, el Libertador, quien vio la luz por primera vez hace 224 años. Y hoy es fiesta nacional: es decir, los venezolanos sacan a las calles sus banderas tricolores y sus políticos, todos de rojo inmaculado, se pasan el día de monumento en monumento, de estatua en estatua. El Libertador murió hastiado de tanto guerrear, y dijo las clásicas palabras de que tratar de libertar la Gran Colombia era "como arar en el mar". La Gran Colombia se dividió en la Colombia actual, Venezuela, Perú, Bolivia y Ecuador. Y ahí (aquí) siguen, entonando patrióticos himnos de la hermandad con el gaznate enrojecido por el licor, mientras debajo de la mesa continúan dándose pellizcos y patadas. ¡Que vivan los bigotes del Libertador!

jueves, 19 de julio de 2007

Los alrededores del licor

Prohibido tomar licor en los alrededores del negocio, dice el cartel. El negocio es un bar de carretera de San Juan de los Morros. La gente tomaba dentro, cumpliendo las normas. Y fuera, rompiéndolas. La cuestión es tomar.
Bajo el cartel, una cabina telefónica de Cantv, la empresa nacional de telefonía. Hasta enero, pertenecía al grupo estadounidense Verizon, y Telefónica (la de España, la del siempre jodiendo) poseía un 6%. El comandante Chávez, líder de esta revolución cristiano-socialista, pagó a tocateja a los gringos 2.000 millones de euros, precio marcado por el mercado imperialista de Wall Street. Todo Dios salió beneficiado, excepto los accionistas minoritarios (trabajadores a quienes les pagaban en acciones, pequeños inversores, familias venezolanas que habían depositado parte de sus ahorros en la empresa). El estado venezolano retomó el control de la "empresa de todos" y los yanquis se fueron con la plata rebosando sus bolsillos. Los pequeños accionistas, sin embargo, vieron cómo sus acciones se depreciaban desde el anuncio de la nacionalización hasta su efectiva compra casi un 20%. Vamos, una delicia. La misma preocupación que la que tienen las grandes empresas con sus accionariados minoristas en imperio del norte o en la vieja europa. Les importa un pimiento, les tira del pijo. Ahora, eso sí, han bajado un 10% las tarifas (lo cual me afecta, soy usuario), y se disponen a llevar la señal a los municipios donde no había cobertura porque no era rentable. Dicen los paranoicos que ahora todos los teléfonos están pinchados. Y en este diálogo de sordos, se desenvuelve la política criolla. Ring, ring.

miércoles, 18 de julio de 2007

Gardel Avenue

La Carlos Gardel Avenue, en el centro de Miami (Miami downton). Miami no existe, está en construcción. El cielo de Miami está plagado de grúas y plumas. Están en ello. Tratando de rellenar el hueco conceptual que conlleva el hecho de nombrar una ciudad antes de rellenar el espacio. De lejos, el perfil de los rascacielos se recorta sobre el azul líquido.
Cuando uno se acerca (en coche, claro), se da cuenta de la pantomima. Están construyéndolo. Como una maqueta a medio hacer. No hay transeúntes, ni trabajadores, ni paseantes, ni basura. Los turistas miran la soledad aplastante de un gigantesco edificio de noticias vacío. Hay palmeras y banderas de los Estados Unidos. No hay más. Ni siquiera policía: ni una bolsa de pipas vacía. Según me contaron, en 15 años calculan que ya habrán acabado el centro de Miami. De momento, ciudad fantasma. Y entre sus inmaculadas calles, duerme la Carlos Gardel Avenue.

lunes, 16 de julio de 2007

Where´s the abuela?

La primera frase en la Florida yanqui, en pleno aeropuerto. Where´s the Abuela?. Y partir de ahí una desconcertante mezcla de idiomas, lo más parecido a una babel contemporánea en calzoncillos fosforescentes. Todos inmaculados, paseando por Lincoln Road como si en cada baldosa hubiese un cámara de televisión. Y en cada cocktail, un espejo. La ciudad es tan desinhibidamente hortera que me parece admirable. El calor es aplatanador y los cielos de azul límpido, de cristal.
Desde la piscina del 1900 Sunset Harbour, donde nos alojamos, veíamos las islas de los famosos. Mansiones de estilo televisivo con un yate en su muelle privado. Varias motos acuáticas surcaban la bahía, mientras nos zambullíamos en las aguas de Miami Beach. La temperatura del agua era superior a la temperatura ambiente. Por lo que uno se sumergía volver al calor sobre la arena, ahora convertido en relativo frescor. Miami Beach, como casi todo en Miami, no es tal. Sobre un piso de hormigón, lanzaron una arena blanca y fina, que masajea las plantas de los pies con sofisticación. Y lo llamaron playa, porque había agua en frente y el tipo que lo bautizó iba en bañador.
Todo el mundo va en carro en Miami: no hay aceras porque nadie pasea. Y desde el avión es asombrosamente cuadriculada. Está bien pensada, me decían, porque tuvieron tiempo para pensarla: Miami la crearon los cubanos que llegaron a los Estados Unidos de Jefferson y Washington en la década de los cincuenta. Hasta entonces: agua, caimanes, sol y huracanes. "Miami es de los cubanos, chamo", me cuenta un venezolano de Miami mientras me adelanta en bicicleta. Y se va silbando.

jueves, 12 de julio de 2007

Un bar

Un bar, en San Franciso de Yare, estado Miranda. Dos horas al sur de Caracas. Se vende todo. Las presencia ubicua de Polar, la cerveza de los venezolanos. Y Pepsi. Venezuela es uno de los pocos países americanos (EEUU y Guatemala, son otros) en los que Pepsi supera, en ventas y presencia, a la universal Coca Cola. El azul y el rojo.

martes, 10 de julio de 2007

Caracas, a pie

Un teatro, al final de la avenida Bolívar, municipio El Libertador. Me sorprendió por el descuido y la dejadez continuadas. No se hizo nada contra el edificio, sin embargo, se dejó de hacer durante años, décadas. Parte del centro histórico de Caracas luce un cierto lujo decadente, casi prehistórico. Edificios enteros de buena planta a los que, sencillamente, se les ha mirado con la indeferencia con la que se observa una reliquia maya: esperando que se rompan y se llenen de polvo para apreciarlos en su justa medida. Casi parece que se espera que la belleza surja del esqueleto desvahído. Caracas tiene lugares hermosísimos, pero son de una belleza literaria, que requieren de mil historias para completar la imagen. Se puede vislumbrar, mirándolos a través, las glorias ostentosas y el desenfreno frívolo de los 70. Los años de esa Venezuela Saudí que, a juzgar por las calles infestadas de vehículos de importación, tetas desbocadas, güisquies escoceses en las rocas y bolsos de marca, no parecen tan lejanos.
Las guías prohíben en mayúsculas pasear por el centro de Caracas, especialmente al caer la noche. No sin razón, pero el corazón de Caracas, son las callejuelas de la Candelaria, el Silencio, Sabana Grande, donde la abigarrada vida callejera inunda de energía a la ciudad. Vendedores de cafés ambulantes, perrocalenteros, buhoneros, teléfonos humanos, cambistas, mototaxis, evangelistas, vendedores de periódicos revolucionarios todos en rojo, artistas de la calle... Es el fresco de una ciudad asfixiante y demoledora. Pensada para las cuatro ruedas, pero que a pie se revela en toda su magnitud. Caracas es desconcertante y apasionada. Y eso es algo que sólo se disfruta a ritmo de las dos piernas, con los ojos del tamaño de un plato de fabas.

domingo, 8 de julio de 2007

Miss Venezuela

Remate mira fijamente la obra de Dermocell. No olvidemos que es el tratamiento oficial, el recomendado por las vencedoras: por las más bellas. Miss Venezuela es toda una institución en el país. El otro día un taxista me enumeraba los criterios que hacen que una muchacha linda se convierta en Miss Venezuela. "Es una cuestión de cabeza, de clase de mentalidad, de ambición. El cuerpo, la belleza exterior, creáme chamo, no es lo fundamental. Tiene que saber estar, saber ser". Asentía desde mi asiento de copiloto, mientras pensaba que sí, que es cuestión de mentalidad... mamaria. En Venezuela los pechos opacan la mirada. Han conseguido que pechos enormes que no se desbordan, ahora el reto se trata en conseguir que no parezcan sandías transgénicas o zeppelines a escala natural. El más difícil todavía: la naturalidad.
En la autopista, al otro lado, un gran cartel de un banco del otro lado del charco ofrecía sus servicios financieros para operarse los pechos. Una línea de crédito exclusiva que cubría las operacioines de senos (1,5 millones de bolívares: 300 euros), con garantía si trabajabas con sus clínicas de confianza. En la última edición, celebrada en México hace unos meses, la representante criolla acabó en tercer lugar. Ganó la representante del imperio del Sol Naciente, Japón.

jueves, 5 de julio de 2007

Angostura

Al fondo, el puente de Angostura. El primer puente del Orinoco. Debe su nombre a que se construyó en el cauce más angosto del río Orinoco, a su paso por la hermosa Ciudad Bolívar. Inaugurado por el presidente venezolano Raúl Leoni en enero de 1967. Tiene una longitud de 1.678,5 metros, y sus cuatros canales de tráfico discurren a 57 metros de altura sobre las aguas del río. Es el primer puente sobre el Orinoco (Chávez inauguró hace unos años el segundo: Orinoquia, un centenar de kilómetros río abajo, cerca de la vecina ciudad Puerto Ordaz; y hay un tercero en proyecto, río arriba, entre los estados de Bolívar y Guárico). Los dos últimos cuentan con el respaldo de la constructora brasileira Odebrecht, y con las obvias palmaditas en el hombro de Lula da Silva. Son los puntos de sutura que permitirán conectar Venezuela, país partido en dos por el caudaloso río Orinoco. Las riquezas del subsuelo del sur, saldrán hacia el norte a través de las arterias de acero y hormigón armado.

Hoy es 5 de julio, día de la Independencia de Venezuela. Tal día como hoy hace 196 años, Simón Bolívar & co. firmaron la declaración de independencia del Reino de España. Luego vendrían varias guerras sangrientas con centenares de miles de muertos. Y tiernos relatos de despechado y arrebatado patriotismo. Ayer, 4 de julio, fue el día de la independencia de los Estados Unidos. Es curioso. A palos verbalmente, EEUU y Venezuela tienen mucho más en común de lo que ambos quieren reconocer. La balanza comercial y los centros, también comerciales, lo certifican. Cómo no, por aquello de la lógica paradójica, se celebrará hoy en mi casa un fiesta conmemorando la independencia. Y Boves, en alma más que cuerpo, andará presente por la estancia.

martes, 3 de julio de 2007

Hacienda pública

A pedir facturas. Ese es el objetivo del Seniat: Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria. Aquí no pagaban impuestos ni los empleados de Hacienda, así que hay todo un despliegue de cartelería y diseño didáctico por el país. En las calles de las grandes ciudades (Caracas, Puerto Ordaz, Valencia, Maracaibo) se ven muchos locales con un gran cartelón blanco que anuncia su cierre temporal por el "no pago de impuestos": desde McDonald´s a bares de copas y cines. Es un esfuerzo realmente encomiable dado el nivel de choteo y cachondeo fiscal del país.
Además, se ha bajado el IVA del 14% al 9% (aunque a mí en la playa el otro día, el camarero venezolano se me hacía el sueco). El Gobierno intenta así, por un lado, aumentar la pírrica recaudación de impuestos para paliar el enorme gasto público que corre a cuenta del subsuelo petrolero venezolano y, por otro, contener una inflación que vuela libre. El año pasado fue del 20% (la oficial, aquí siempre hay dos verdades), y este año se espera que quede en un 14% (aunque ya vamos por el 8% acumulado, y faltan el verano y las navidades, tradicionales festines consumistas del gran consumista que es el venezolano).
Chávez volvió de su gira de colegueo por Rusia, Bielorrusia e Irán. Estuvo cinco horas hablando y dedicó más de media hora a leer una novela rusa, en la edición española de Bruguera, que le había emocionado: "Don Apacible" de Mijaíl A. Shólojov (1905-1984), premio Stalin 1941. Mañana en todas las librerías venezolanas.

lunes, 2 de julio de 2007

Sin destino

Los edificios en Caracas tienen nombres de lo más extraño. Asociaciones de ideas extravagantes (para mí), han dado lugar a bloques de viviendas bautizados con los más diversos nombres: todos asociados al lujo, el extranjero y lo supranatural. En mi barrio, que es pijo(y yo con él) se puede uno encontrar con los siguientes nombres: Luxor, Alhelí (mi edificio, como el capullito), Lassie, Chamonix, Jardín del Edén, Saint Tropez, Contemporary, Palacio de Cristal, Elysses... Sin embargo, a pesar de la perplejidad que me causaron a mi llegada, nada sonó tan fuerte en mi interior (caja de resonancia inventada) como el edificio LA FUERZA DEL DESTINO. Está en Los Chagüaramos, una barriada céntrica de Caracas, en la que, por supuesto, los tendales están enrejados, la policía pasa de puntillas (con las luces apagadas) y de noche roban hasta a los gatos, según cuenta una extendida leyenda urbana.
A mi no me gustaría un pelo vivir en un edificio con ese nombre. Me parece tétrico e indecoroso. Por cierto, una pregunta: ¿Quién le pone el nombre a los edificios? ¿El arquitecto? ¿El constructor? ¿La comunidad de vecinos en asamblea? ¿El ayuntamiento? ¿El hijo del portero? ¿Alguien en el catastro? ¿El destino?