jueves, 26 de febrero de 2009

Neptuno

Marineros de tierra subimos al buque "Simón Bolívar" (¿podría tener otro nombre?), orgullo de la Armada bolivariana. Un velero de tres mástiles, utilizado para formar a los futuros navegantes venezolanos, hermoso y ágil como los delfines que nos siguieron en el trayecto nocturno de Puerto Cabello a La Guaira. De los invitados creo que vomitaron el 80 por ciento. En plena salida de Puerto Cabello un mar de fondo de tres nudos obligó a retirarnos de la ruta para alejarnos del temporal. El buque, en la popa, se mecía como un columpio gigante. En la proa era similar, pero con más zozobra: uno no sólo se movía en vertical si no también en horizontal, una divertida borrachera de mar y brisa. Lo más sabio era tumabrse en la cubierta y dejarse arrullar por las olas del Caribe. De desayuno unas deliciosas arepas con carne mechada que provocaron, con sólo mirarlas, más vómitos entre la ilustre concurrencia. Más de uno se pasó el viaje agarrado a la borda. Canciones revolucionarias salían de los altavoces, en honor del cantautor de cabecera del presidente: Alí Primera. "Patria, socialismo o muerte... ¡Venceremos!", se decían mutuamente los tripulantes. Y nosotros acabamos repitiendo la cantinela, en las apenas 3 horas de sueño que tuvimos. Pedimos ron, por aquello del cliché pirata. Y nos dijeron que estaba prohibido. Que no se podía, entre risas. Y eso que había un marinero tuerto. ¿Qué es lo que hace uno en el barco durante una navegación de 3 meses como la que comenzará el buque en unos días rumbo a Brasil, Argentina y Uruguay? "¡Aburrirse, pana, más nada!", me dice uno de los grumetes, quien me agrega que no tiene permiso para hablar conmigo. La consecuencia más preclara del viaje es que ya sé diferenciar estribor de babor, y lo hago sin connotaciones políticas, con todo el respeto para el dios Neptuno.

martes, 17 de febrero de 2009

lunes, 16 de febrero de 2009

Física cuántica


(Foto: EFE/Harold Escalona)

Sonrisas y lágrimas el día después. Hoy Caracas amaneció con una resaca considerable. Los dos mundo paralelos continúan coexistiendo en una realidad que nadie asume como tal. La física cuántica, más que la ciencia política, tendrían mucho que decir sobre Venezuela. Y es que también hay quarks rojo-rojitos y quarks escuálidos. Sin embargo, tanto unos como otros se hacen las tetas en el mismo cirujano plástico, que les cobra igual, en un ejemplo preclaro de socialismo. Él sí que sabe de qué va la revolución, pero entre el bisturí y el monedero no le queda tiempo para hablar. Mientras tanto, seguiremos tratando de narrar los algoritmos que retratan el caribe revolucionario con letras miopes de pintor impresionista. (Como comprenderán, he tratado de ser lo más confuso posible). Nobleza obliga.

viernes, 13 de febrero de 2009

La pregunta

(Foto: EFE/David Fernández)

¿Aprueba usted la enmienda de los artículos 160, 162, 164, 194 y 230 de la Constitución de la República, tramitada por la Asamblea Nacional, que amplia los derechos políticos del pueblo con el fin de permitir que cualquier ciudadano o ciudadana, en ejercicio de un cargo de elección popular, pueda ser sujeto de postulación como candidato o candidata, para el mismo cargo por el tiempo establecido constitucionalmente, dependiendo su posible elección exclusivamente del voto popular?

jueves, 12 de febrero de 2009

Cielo azul

A veces, la mejor manera de ver el cielo azul es pintarlo uno mismo.

A la entrada del barrio donde trabajo, se lee un cartel escrito a mano con rotuladores de colores:
¡ALERTA VECINO! ATRACADORES MOTORIZADOS EN LA ZONA MOSCA

Le preguntaba al presidente de la república una periodista gringa días atrás y via satélite acerca de la inseguridad en Caracas y el alto índice de homicidios. Su respuesta fue una hermosa lección acerca del arte de pintar el cielo de azul cuando los nubarrones osen oscurecerlo.

- Es algo absolutamente falso, mucho peor era en los 80. Fíjate bien: yo llevo más de 20 años viviendo en la ciudad y jamás me ha pasado nada.

lunes, 9 de febrero de 2009

El glamour de la selva

Ahí, al fondo, el mítico Salto del Ángel. Sin embargo, en la selva el glamour también se hace presente. No tienen más que seguir leyendo. Cinco horas en curiara desde la laguna de Canaima, y se descorre el telón de nubes que protege al mayor salto de agua del mundo, y que los pemones denominan "Kerepakupai-merú", que viene a significar "caída de agua hasta el sitio más profundo". Los indígenas pemones son los habitantes de esta remota zona en la que convergen las fronteras de Brasil, Guyana y Venezuela. Los pemones son una gente encantadora con un sentido del humor afiladísimo que cabalga a lomos de una ingenuidad punzante y un sarcasmo especular. Se ríen de sí mismos con una facilidad asombrosa.

Andábamos subiendo hacia uno de los pozos que rocogen el agua que "cae a lo más profundo". Charlando con Demetrio, pemón y ácrata. De repente, aparece un grupito de apenas una decena de personas, en el destaca una muchacha que desciende el sendero sin mucha agilidad con la manos estiradas como las aspas de un helicóptero. "¡La hija del presidente, la hija del presidente!", nos dice Demetrio al oído. "¿Nos disfrazamos de indios, nos pintamos la cara, agarramos una cerbatanas y los atacamos?", sonríe. "Saltamos y decimos ¡¡¡¡arggahhahahahhggahhah!!!", agrega. En vez de eso, nos colgamos de una liana y nos dedicamos a hacer el mono hasta que la comitiva acaba de pasar. Al llegar al pozo, ante el asombro del Salto del Angel, otro espectáculo fascinante. 1)Un tipo en posición budo-hinduística (siempre los confundo), de esos de los dedos pulgar e índice pegados con cola y un extraño gemido que parecía repetir sin pausa una O larguísima, se dejaba bañar por las gotas provenientes de un kilómetro más arriba en sentido vertical. 2)Un grupo de colombianos y venezolanos se echaba al gaznate una botella completita de Johnny Walker etiqueta negra. 3)Una china que parecía un dedal debido a los infinitos picotazos de los mosquitos (puri-puris, en pemón) tratab de remontar la corriente infructuosamente. Los sueños del misticismo posmoderno provocan monstruos mentales de dudosa reputación.

Nos bañamos, disparamos una cerbatanas imaginarias hacia el helicóptero presidencial, y descendimos. En la bajada nos encontramos a uno de los colombianos mirando perplejo y ebrio su ultramoderno GPS. "Dice que es por ahí, pero por ahí hay selva. ¡Buf, joeputa GPS! Será que se bebió el whisky él y no yo." Ahí lo dejamos conversando con el satélite, en plan Hamlet y la calavera.

Al llegar al campamento en Isla Ratón, Demetrio nos preparó las hamacas para dormir, y nosotros le preparamos unos carajillos con ron venezolano. Bebimos y compadreamos. Demetrio comenzó a relatar sus diversas experiencias en el mundo del cine. Había participado en dos películas. En ambas hacía de pemón. En una tenía que agarrar una anaconda viva, enroscarla al brazo y caminar. Demetrio, que tenía cara de sapo e inteligencia de lince, nos narró el pavor que le causaba el reptil. "Nunca he agarrado una de esas, me dan un miedo terrible". Después, cómo le obligaron a pescar un coro-coro con una flecha y un arco. "El día anterior pescamos coro-coros con una caña. Lo metimos en el frigorífico. Al día siguiente, nos fuimos al río donde estaban las cámaras. Llevaba el coro-coro en un morral. Lo lancé al agua. Agarré el arco y la flecha y lo volví a pescar, por segunda vez. Ya muerto. Eso es el cine. Los pemones no pescamos con arco y flechas". Se nos escapó una carcajada cinéfila.

"Como la revolución", agregó al cuarto carajillo, "un poco para ti, un poco para mí, un poco para ti y un poco para mí", decía llevándose alternativamente la mano al bolsillo. Estuvo minuto y medio repartiendo el botín imaginario. De repente, se le esclareció el pensamiento. "Y como tengo dos bolsillos, dos pocos para mí, y un poco para ti". Esto es la vida en la selva. La mitad de la botella de ron se la dimos a Demetrio, antes de subirnos a la avioneta de regreso. "Un poquito por la mañana, un poquito por la tarde, un poquito por la noche. Así todos los días". La hoguera de las vanidades del libro de la selva.

jueves, 5 de febrero de 2009

La revolución alegre


Esto es la hermosa aula magna de la Universidad Central de Venezuela. Muy bonita. Los colgantes del techo son obra de Calder. Sin embargo, utilizo la foto para mostar el vacío. No hay nadie. Y esa es la sensación que dan las universidades venezolanas, tanto las oficialistas UNEFA o Universidad Bolivariana; como las opositoras privadas Metropolitana, Católica Andrés Bello o Santa María. La UCV es la universidad pública por excelencia, y goza de un decadente prestigio que, a pesar de todo, no acaba de desaparecer. Ahí el signo político es menos evidente, por lo que es un espacio de enfrentamiento perfecto (además el ejército y la policía tienen prohibido el acceso, por lo que uno se enfrenta mucho más tranquilo).
Lo curioso no es eso, si no la ausencia de asistencia a las aulas por parte de la mayoría de los universitarios venezolanos. Están todos todo el tiempo manifestándose: bien a favor, bien en contra. Hacen pronunciamientos, marchas, recogidas de firmas, perfomances, happenings, discursos, sentadas, levantadas, caminatas, concentraciones... En Venezuela pareciera que últimamente los sujetos no concuerdan con sus verbos: los estudiantes no estudian, los trabajadores no trabajan, los policías roban, los ladrones reparten generosamente. (Excepto, claro, los estudiantes de ciencias políticas que están constantemente de prácticas).
Hoy salen los pescadores y acuicultures del oriente a marchar por la revolución, mañana los estudiantes de derecho de la UCV salen por su parte a protestar por la enmienda constitucional, pasado los funcionarios públicos porque es el aniversario de la revolución que el presidente decidió considerar como festivo homenaje a sí mismo dos días antes de que aconteciese para sorpresa de todos, el otro día los trabajadores de la economía informal (eufemismo que significa vendedores ambulantes) porque no se les menosprecie y se les reconozcan (y paguen) las bajas laborales, el siguiente los estudiantes oficialistas porque es un júbilo celebrar la vida del presidente, la policía porque no se sienten protegidos por las instituciones, los habitantes de los barrios porque cuando llega la policía es para robarles a ellos... Y así sucesivamente. El divertido mundo al revés en el que nadie hace lo que dice ser. Y todavía faltan semanas para el Carnaval, que es la semana siguiente del referendo para la reelección sin límites de los cargos públicos. La revolución alegre, la llaman los filósofos europeos que vienen a dar conferencias. No, si divertida es. Claro que sí. Sólo que yo me pregunto quién es el que de verdad se está riendo.