lunes, 9 de febrero de 2009

El glamour de la selva

Ahí, al fondo, el mítico Salto del Ángel. Sin embargo, en la selva el glamour también se hace presente. No tienen más que seguir leyendo. Cinco horas en curiara desde la laguna de Canaima, y se descorre el telón de nubes que protege al mayor salto de agua del mundo, y que los pemones denominan "Kerepakupai-merú", que viene a significar "caída de agua hasta el sitio más profundo". Los indígenas pemones son los habitantes de esta remota zona en la que convergen las fronteras de Brasil, Guyana y Venezuela. Los pemones son una gente encantadora con un sentido del humor afiladísimo que cabalga a lomos de una ingenuidad punzante y un sarcasmo especular. Se ríen de sí mismos con una facilidad asombrosa.

Andábamos subiendo hacia uno de los pozos que rocogen el agua que "cae a lo más profundo". Charlando con Demetrio, pemón y ácrata. De repente, aparece un grupito de apenas una decena de personas, en el destaca una muchacha que desciende el sendero sin mucha agilidad con la manos estiradas como las aspas de un helicóptero. "¡La hija del presidente, la hija del presidente!", nos dice Demetrio al oído. "¿Nos disfrazamos de indios, nos pintamos la cara, agarramos una cerbatanas y los atacamos?", sonríe. "Saltamos y decimos ¡¡¡¡arggahhahahahhggahhah!!!", agrega. En vez de eso, nos colgamos de una liana y nos dedicamos a hacer el mono hasta que la comitiva acaba de pasar. Al llegar al pozo, ante el asombro del Salto del Angel, otro espectáculo fascinante. 1)Un tipo en posición budo-hinduística (siempre los confundo), de esos de los dedos pulgar e índice pegados con cola y un extraño gemido que parecía repetir sin pausa una O larguísima, se dejaba bañar por las gotas provenientes de un kilómetro más arriba en sentido vertical. 2)Un grupo de colombianos y venezolanos se echaba al gaznate una botella completita de Johnny Walker etiqueta negra. 3)Una china que parecía un dedal debido a los infinitos picotazos de los mosquitos (puri-puris, en pemón) tratab de remontar la corriente infructuosamente. Los sueños del misticismo posmoderno provocan monstruos mentales de dudosa reputación.

Nos bañamos, disparamos una cerbatanas imaginarias hacia el helicóptero presidencial, y descendimos. En la bajada nos encontramos a uno de los colombianos mirando perplejo y ebrio su ultramoderno GPS. "Dice que es por ahí, pero por ahí hay selva. ¡Buf, joeputa GPS! Será que se bebió el whisky él y no yo." Ahí lo dejamos conversando con el satélite, en plan Hamlet y la calavera.

Al llegar al campamento en Isla Ratón, Demetrio nos preparó las hamacas para dormir, y nosotros le preparamos unos carajillos con ron venezolano. Bebimos y compadreamos. Demetrio comenzó a relatar sus diversas experiencias en el mundo del cine. Había participado en dos películas. En ambas hacía de pemón. En una tenía que agarrar una anaconda viva, enroscarla al brazo y caminar. Demetrio, que tenía cara de sapo e inteligencia de lince, nos narró el pavor que le causaba el reptil. "Nunca he agarrado una de esas, me dan un miedo terrible". Después, cómo le obligaron a pescar un coro-coro con una flecha y un arco. "El día anterior pescamos coro-coros con una caña. Lo metimos en el frigorífico. Al día siguiente, nos fuimos al río donde estaban las cámaras. Llevaba el coro-coro en un morral. Lo lancé al agua. Agarré el arco y la flecha y lo volví a pescar, por segunda vez. Ya muerto. Eso es el cine. Los pemones no pescamos con arco y flechas". Se nos escapó una carcajada cinéfila.

"Como la revolución", agregó al cuarto carajillo, "un poco para ti, un poco para mí, un poco para ti y un poco para mí", decía llevándose alternativamente la mano al bolsillo. Estuvo minuto y medio repartiendo el botín imaginario. De repente, se le esclareció el pensamiento. "Y como tengo dos bolsillos, dos pocos para mí, y un poco para ti". Esto es la vida en la selva. La mitad de la botella de ron se la dimos a Demetrio, antes de subirnos a la avioneta de regreso. "Un poquito por la mañana, un poquito por la tarde, un poquito por la noche. Así todos los días". La hoguera de las vanidades del libro de la selva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los colombianos y los GPS!!
Besos
E.