jueves, 15 de marzo de 2007

Suerte

Ayer, al agarrar el taxi de vuelta al barrio, tras el rutinario regateo de tarifas, veo que el conductor disimula una cervecita en una mano mientras conduce con la otra. Lo miro de reojo, y sonrío. Él me ve, y comenta: "Hace una calorcito fuerte, las compré allá abajo. ¿Usted toma?" Asiento, entre sonrisas. "Pues si quiere, ahí hay una, agárrela". La cojo, y bajamos los dos, conductor y cliente, tomando una cervecita bien fresca hacia Santa Eduvigis, escuchando un tema de salsa. Me pregunta si en España se puede hacer lo mismo. Le digo que sí, si no te ven. Y el me responde, con ironía: "Igualito que en Venezuela".

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