lunes, 12 de enero de 2009

Zócalo

Un kiosko en el Zócalo. El Zócalo es el centro histórico de México DF. Limpio y ordenado, algo que no se puede decir del de Caracas, más que con ironía. Hay una bandera inmensa que ondea al viento (cuando lo hay) y miles de volkswagen escarabajos de color verde que hacen las veces de taxis. Tengo un cariño especial por los escarabajos: de las veces que me ha dejado tirado el mío. Hay multitud de escarabajos en México, 1 de cada 4 carros es un escarabajo. De hecho, sólo hace cuatro años se paró la producción del escarabajo, modelo clásico, en México: último reducto, lo que los convierte en especie en peligro de extinción. En el Zócalo está el palacio presidencial con unos maravillosos murales de Diego Rivera, la catedral y los restos del templo mayor de los aztecas. En invierno, ponen una pista de hielo por la que hacen colas durante horas los mexicanos. Siempre me ha parecido una estupidez supina la pasión por las pistas de hielo artificiales en las plazas mayores. Sin embargo, uno respeta los gustos de cada quién. Y no dije nada al pasar al lado, (mastiqué los pensamientos en silencio). En nuestro paseo, nos dejamos callejear hasta que cayó la noche. La noche es sinónimo de un peligro abstracto en América Latina. Así que nos fuimos por el carro. Yo me iba riendo de la paranoia sobre la violencia, mientras Tin apuraba el paso. Poco antes de llegar al estacionamiento, vemos una multitud arrebujada en torno a un 7 Eleven. Y una veintena de policías. Había intentado robar el establecimiento. Todos los comerciantes de la calle habían bajado la verja de seguridad, y miraban desde el otro lado de los barrotes. Incluso los empleados del conocido comercio Telas La Parisina, propiedad de un emigrante asturiano de Cabrales, ocultaban sus escaparates con urgencia. La gente gritaba: "Que la pague, que la pague", al presunto ladrón. No había sangre, y parecía que todo había discurrido sin disparos. Lo que es todo un logro. El tipo del estacionamiento se rió al escuchar la historia. Nos lavó el carro y lo cuidó por 50 pesos. "Desconfía de tu sombra, güey". En el kiosko los periódicos sensacionalistas reflejan la realidad mexicana con pulcritud. Un narco boca arriba, con una prominente barriga que desafía la ley de la gravedad. Enhiesta, incluso sin vida. El titular no deja de tener su sarcasmo: ¡MATAN A 2! ¿Y el resto?, pregunto al kiosquero. No se rió.

2 comentarios:

David dijo...

¿Y qué me dices de esa doble publicación llamada Santa Muerte?

Anónimo dijo...

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