domingo, 19 de abril de 2009

Un pueblo llamado El Polaco (viaje a la frontera III)

Al agarrar el desvío, a medio camino hacia El Paují, parece mentira que pueda haber un pueblo. Parece mentira que pueda vivir alguien. Y, sin embargo, viven casi dos centenares de personas. Todas viven de la mina: o escarban en la tierra y se dejan las pupilas en la batea, o venden cerveza o café o comida a quienes escarban la tierra y se dejan las pupilas en la batea. El Polaco es un pueblo perdido que vive de la leyenda. La leyenda de haber sido el lugar donde se encontró el diamante más grande del mundo: 154 quilates. Lo encontraron dos mineros, Barrabás y Támbara, en 1942. Cuenta la historia que vendieron la piedra por una fortuna a una firma estadounidense. Y con el dinero alquilaron un avión, lo llenaron de prostitutas y whisky añejo, y se dedicaron a volar por Venezuela hasta que el dinero se esfumó. Tardaron en hacerlo, pero lo consiguieron. Se lo gastaron todo. Tras los festejos, volvieron a la mina con las manos vacías en los bolsillos y la cabeza llena de historias de la ciudad. No volvieron a encontrar otro. Barrabás acabó sus días en el Paují vendiendo cambures (plátanos) y contando su historia a quien quisiese escucharla.

Hoy en día en el Polaco, la vida es un reloj roto. No pasa nada, a parte de los accidentes en la mina. Uno de los dueños de las pistolas de agua que desgranan las piedras de la ladera de la montaña nos cuenta con un brazo escayolado cómo se lo rompió por múltiples lugares. Una enorme piedra le cayó en el brazo y se lo destrozó. En el gemelo de su pierna mostraba una cicatriz. Le extrajeron un nervio para que recuperase la sensibilidad en el brazo lastimado. "No es seguro, decía, pero hay que intentarlo. ¿Cómo puede vivir un minero con un brazo inútil?". Trabajan como locos, todos los días del año en busca de las preciadas piedras. En El Polaco todas las casas son de lata y cartón. Y en su plaza, un triángulo de hierba salvaje, los puercos deambulan a sus anchas comiendo lo que encuentran. Hace un terrible calor húmedo que hace incómodo hasta el pensar. Las latas de cervezas y las pintadas a favor del presidente venezolano son los únicos adornos. No tienen luz, sólo la que ofrece un planta generadora que se pone en marcha por las noches. Y no tienen cobertura telefónica más que en la cima de un pequeño cerro en la que han construido una escalera de madera a modo de pedestal donde se suben para hablar por teléfono. Es su cabina de teléfonos. En El Polaco a uno le queda la duda de si esa gente vive en el mismo mundo que uno. Puro diamante y oro en la mirada. No obstante, nadie se quiere ir de allí. "Estamos bien todos", dicen. Cuando la planta eléctrica funciona, encienden sus televisores con conexión satelital. Les encanta la Fórmula uno. Separando las piedras con el mercurio (que utilizan para adherir las invisibles partículas de oro) discuten sobre los difusores de los Brawn de Button y Barrichello. (Dos españoles se ríen de España desde lejos, y se muestran orgullosos de Alonso).

Todo está lleno de agua estancada, y el agua estancada es un diabólico imán para la malaria. La enfermedad se percibe en el ambiente: que presiona, invisible, los hombros y obliga a sentarse. "Estamos bien todos, sólo necesitamos más máquinas para sacar todo lo que queda en la montaña. Está ful de oro, ful de oro". Al salir del pueblo, es obligatorio frotarse los ojos y pellizcarse para tratar de despertar del sueño. En El Polaco uno sueña despierto. Un sueño perenne.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdos de la voz charlando contigo el otro día. Por lo demás, ya tengo un regalo para cuando aterrices en Es-pa-ña con todas sus letras y así, de repente, pulas los textos. Promesas y palabras.

Besos
E.

Anónimo dijo...

Saludos, el diamante que consiguio barrabas no es el mas grande del mundo peso 155 kilates y hay muchisimos mas grandes, uno llego a pesar 3100 kilates en la india.