Todos (sí, todos) los relatos sobre la selva tropical, utilizan la metáfora del río como espejo, donde se reflejan los árboles de mil matices de verdes y las guacamayas de colores explosivos, entre otros tropicalismos. Desde los primeros cronistas de Indias, como el asturiano Gonzalo Fernández de Oviedo, hasta los últimos novelistas-poetas de este lado del mundo, como el colombiano William Ospina.
Por eso es tan paradójico como ilustrativo que encontrar un espejo en la selva sea una de las tareas más complicadas. Apenas hay. Y, por ley de la más ruda economía, alcanzan valores desorbitados. Este es el único que encontré, con los árboles reflejados como si de un río detenido se tratase. Tal y como mandan los cánones descriptivos.
No hay espejos en la selva, sólo existen en las páginas de aquellos que escriben sobre ella. Conviene detenerse a reflexionar sobre este punto.
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1 comentario:
Gran reflexión, Fonso, de la que creo que tampoco se escapa Alejo Carpentier y sus pasos perdidos, a pesar de escribir a mediados del siglo pasado. Será que los indígenas no precisan de la escritura descriptiva, o más bien de los espejos?
Un abrazo desde las Españas, con la liga al rojo!
Màrius
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