
No lo haré: me cansa, me da sueño y me da hambre.
Sí que describiré, sin embargo, lo que se podía ver a primera hora de la mañana en la "rampa4". Bajo un sol demencial, una larga cola de ciudadanos cubanos que trabajan en Venezuela en las múltiples misiones sociales como médicos, enfermeros o entrenadores deportivos aguardan el vuelo a la Habana, con su equipaje empaquetado con profesionalidad. Una visión detallada, afilada por el tercer café, otorga una nueva perspectiva. Cada uno viaja con no menos de un par de deuvedés, una pantalla plana de televisión, videoconsolas y, algunos también, con equipos de música. Apenas maletas, mochilas, morrales. Purita tecnología punta.
Es bien sabido que los venezolanos viajan a Miami por sus equipos electrónicos. Los cubanos, por su parte, parece que van a Caracas. Surge, implacable, la pregunta obvia de este triángulo: ¿y los de Miami, dónde viajan? ¿Dónde concluye el triángulo?
(Una sombra exigua me da cobijo, y pienso aún más. ¿Es un triángulo equilátero? ¿Isósceles? ¿O es el triángulo de las Bermudas?)