Una diálogo agarrado al vuelo, mientras leo ensimismado en el metro. (Canaima, de Rómulo Gallegos, escrito en 1935)
- Caminemos por el medio de la calle, donde hay menos peligro de tropezar y romperse la crisma.
- Y sin mirar las estrellas, porque encandilan, y luego no se distinguen los baches.
- ¡Usted lo ha dicho! Es peligroso contemplar las estrellas. Se corre el riesgo de cegar para siempre ante la oscura realidad de la vida. ¡Las estrellas! O sea, el amor, el arte, la ciencia. ¡Cómo nos ciegan! Pero al mismo tiempo, ¡qué divina ceguera, amigo Ureña! ¡Qué sublime encadilamiento! Aquí entre nos yo le confieso que soy uno de esos ciegos.
- Pues lo disimula usted muy bien, amigo mío.
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