martes, 22 de julio de 2008

Isla Tortuga

Esto es un salón de una casa en isla Tortuga. (Una isla en la que, por cierto, no vimos ni una sola). Al fondo, un generador que podría estar en un museo, pero que aquí es de rabiosa actualidad ya que surte de electricidad para los bombillos y para el dvd. En Tortuga, no hay electricidad ni agua. Te acuestas con el sol y te levantas con él. Horario solar. Una mesa y dos sillas, que aporta esa sensación de confort tan necesaria a comienzos del nuevo milenio. Y sobre la mesa dos de los útiles primordiales: una radio, para saber qué ocurre en el tierra firme; y una cajita de fósforos, para encender los cigarrillos y el hornillo.
Lo que sí vimos, y comimos, fueron tres enormes langostas de más de tres kilos cada una. Las pescan a pulmón los pescadores de la isla de Margarita, únicos habitantes de la isla, quienes pasan en ella la mitad del año. Uno de ellos, nuestro anfitrión, Enrique. Enrique cambiaba gasolina por harina y ron, y se sabía todas las canciones de la radio como si fuese una gramola humana. Bajaba a por las langostas a 35 metros de profundidad. "Para bajar, decía, no hacen falta pulmones. De hecho, yo sólo tengo uno (y mostraba una gran cicatriz en la espalda). Lo que se necesita son piernas, para salir de ahí abajo". La isla Tortuga, antiguo territorio de piratas, está cuatro horas de navegación de la costa venezolana. Cuatro horas más al noreste, y se llega al turístico archipiélago de los Roques. A Enrique no le gustaban los Roques. Su argumento, inapelable y repleto de razón: "Allá hay demasiadas leyes". Había que oírle hablando (y riendo) del supuesto gobernador de Isla Tortuga...

4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

menudo saloncito, con unas vistas al caribe, que ya me gustaria tenerlas a mi!

A.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Fono, pero qué fais x ahí comiendo langosta en el caribe! venga tira pa casa que ta tu mama con el filetín en el plato. Dice que luego si quieres puedes ir a misa de ocho.