Así, mentalmente, me veía discutiendo con los miembros de la Guardia Nacional Bolivariana antes de subir al vuelo destino Madrid. Los cuerpos de seguridad son tus amigos, dicen. Están para protegerte, insisten. Aquí van mis tres encuentros con los encargados de velar por mi/su/de ellos seguridad en el trayecto de Venezuela a España:
1) En la cola para facturar. Aeropuerto de Maiquetía: 28 grados de temperatura en el exterior, 14 en el interior, gracias al nunca bien ponderado aire acondicionado. Me llega una hermosa Guardia Nacional, en uniforme verde oliva, y me pide la documentación, y que quién soy, y que adónde voy, y que por qué voy solo. Le respondo pacientemente a sus preguntas, con serenidad y espíritu de colaboración. Tal y como mandan los manuales. Finalmente, localiza en mi pasaporte múltiples sellos de entrada. Y se muestra sorprendida por mis escasos viajes a España. "Ay, mi amor, y cómo haces para estar tan lejos de tus seres queridos. Yo no podría".
Suspiro, mientras miro su revólver sucio de polvo.
2) En la misma cola para facturar. Otro miembro de la Guardia Nacional, esta vez hombre, joven y jovial. Su verde oliva tiene unos matices algo más oscuros, unas pequeñas manchas color patata. Minutos después del encuentro número 1. Adónde vas, por qué vas, qué haces solo, dónde vives en Caracas. Respondo por segunda vez con igual serenidad y un poquito menos de espíritu de colaboración, algo casi imperceptible si no has presenciado el primer encuentro. Finalmente, me pregunta: ¿Y cúanto devenga usted?. Disculpe, respondo. ¿Que cuanto devenga, cuanto le paga su empresa?. Le miento. 2.500 BsF, digo. Pues le pagan poco, la verdad. Buen viaje.
Y se va con aires de superioridad.
3) En Madrid-Barajas, tras recoger la maleta. Un guardia civil, uniforme en varias tonalidades de verde pistacho, tez pálida en plan luna llena. Hágame el favor, me dice. ¿Me permite revisarle el equipaje?. Pienso: ¿tengo alguna otra alternativa?. Digo: por supuesto. Pasa por el escáner la maleta y el equipaje de mano. Se introduce en una sala donde está el monitor. Vuelve con cara de trabajo bien hecho. "Sólo lleva libros, ¿verdad? Continúe, muchas gracias". Me dice con aire displicente. Yo suspiro con ínfulas del literato que no soy.
Nada como volver a casa, pienso en voz alta.
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5 comentarios:
Fon! A mí me agujerearon la ropa que llevaba en la maleta. Por lo visto para ver si llevas droga ven preciso ensartar tu equipaje con una varilla metálica, por si acaso.
Delicioso escrito de todas formas. Imagino pues que estarás unos días por acá. Si te acercas a Barcelona ya lo sabes...
Estoy flipando con lo de Haití, la verdad.
En fin, un abrazo!
Màrius
¿Estás por aquí o es el relato del viaje de Navidad? Si es lo primero, a ver si nos vemos. Voy al profundo norte el próximo finde, si no en el cauce habitual.
El comentario de arriba era mío, sergiociclismo
Màrius: Ya me han comentado la pasión acupuntora de la Guardia, en fin. Regresé, y volví a Caracas, devaluado.
No pasé por Barcelona, pero en cuanto lo haga, te aviso sin falta y vamos a darle un capón al calvo de Santpedor, jejejejeje!
Sergio: Relato de la visita navideña. Otra vez será. Cuidado con el profundo norte, cada vez es más profundo. ¡Un abrazote!
Ah bueno, pues entonces espero tu relato unplugged de las últimas locuras económicas de Chávez, prohibiendo la subida de precios manu militari. De la "mano invisible" a la "mano armada".
Sergio
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