lunes, 9 de noviembre de 2009

Tras las bambalinas del Sarao

El Sarao es un jovial club nocturno caraqueño de salsa en vivo en Bello Campo. Es todo lo contrario a un patio de colegio. La gente es mayor de edad, se les cachea antes de entrar y se les obliga a consumir profusamente (alcohol, cacahuetes, tabaco) antes y después de bailar. Hablé de él al poco de llegar a Venezuela. Volví a él meses después, justo para comprobar cómo el reggaetón va sustituyendo poco a poco a la salsa a medida que los reggaetoneros van agarrando años, y una generación se impone (e impone sus gustos) a la otra. Todo el mundo "perrea" en el Sarao, y sólo de vez en cuando, bailan salsa "puliendo hebilla" (que es mi género favorito, a pesar de mi escasa habilidad). En los múltiples televisores de plasma, sólo dos canales: en uno Michael Jackson danzaba como un ángel en lo alto de la luna; en el otro carreras y saltos de motocross en un loop sin fin. Me quedé con ganas de hablar con quien selecciona las imágenes del Sarao, pero esa es otra historia.

No obstante, lo más fascinante del Sarao es el lavabo de hombres. Allá existe un pequeño puesto de venta, con sus poropias leyes. Algo así como un paraíso fiscal d venta al por menor. Lo lleva Giovani, un italiano de Caracas de toda la vida. A continuación, una lista de sus artículos:

-Chocolatinas,
- Condones,
- Galletas,
- Colonia (dos rociadas por 5 bolívares, una a cada lado del cuello),
- Chicles,
- Gomina para el pelo (3 bolívares e incluye gratis varios peines de plástico, atados a una cuerdecita para evitar hurtos),
-Caramelos dulces,
-Desodorante,
-Palillos para las orejas,
-Pastillas para el mal aliento,
-Cigarrillos al detalle (de uno en uno),
- Hilo dental,
- Viagra (20 bolívares, el producto estrella).

La curiosidad me llevó más al baño que las ganas de orinar. Cada vez que iba, me acercaba a Giovani y le preguntaba. "¿Pero se hace plata con esto?". "Uf", resoplaba, "una barbaridad. Un buen negocio, no pagas luz, no pagas alquiler, no pagas impuestos..." Yo asentía con el cubalibre en la mano, algo incrédulo, tengo que reconocerlo. "¿Cuánto puedes sacar al día, si me permites la pregunta?". "Claro, pana, no hay peo. 1.200 bolívares, pero me quedan limpios, después de descontar la mercancía, unos 500 bolívares por noche " (El sueldo mínimo en Venezuela está alrededor de los 800 bolívares). "¡Uf!", ahora quien resoplaba era yo. Giovani me contó mientras sudaba como un pollo al horno que el único incoveniente era el ambiente, a la par que me señalaba la ristra de personas aliviándose en los urinarios. "Se aprenden muchas cosas en los sitios como éste", concluyó enigmático con tono empresarial.

Busqué la hora en el reloj de pulsera que no tengo. Efectivamente, las cuatro y media de la madrugada: la hora de partida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ya no ponen salsa en el sarao?solo regetton?la salsa muy bien tampoco se te da!!

que gracioso el hombrecillo del baño...
cuidate
besos
A.

Anónimo dijo...

Fon!

Volver a tu blog periódicamente es un ejercicio sanísimo de lectura. Si me lo permites, me declaro fan.

Màrius

p.d.: deberías grabarle al hombre un vídeo con la minicámara de la agencia para hacer algo audiovisual... jejeje

fon dijo...

A: Mitad y mitas. Sobre mi habilidad salsera, te falta ver mis avances en el último año y medio, cuando cambiaste Caracas la nuit por Madrid le soir. Besos, me cuido.

Màrius: Me alegro de tus visitas periódicas. Acepto fans, jejeje. Como para salir con la camarita por las noches caraqueñas. ¡Un abrazote!