Echad un ojo a Chacao.
Caracas en enero es Madrid en agosto. Ni siquiera Madrid. Llueve de repente. Sin aviso. Y del mismo modo se va. Aquí al chispeo, lo llaman pringueo. Y a salír de noche, rumbear. La gente se habla bailando. O eso le entendí ayer a unas caderas tropicales.
Caracas se extiende por el valle del monte Ávila como una enfermedad vírica. Desde la cota mil, la carretera que rodea la ciudad por el norte, se ve la enorme explanada de hormigón armado y esqueletos de casas por terminar. En la plaza de La Candelaria, de pasado colonial español, todo está ajado, a medio hacer. Una de las zonas más bulliciosas de la ciudad, en la que destacan las tiendas de electrónica con enormes colas de clientes. Todo el mundo me comenta que la sociedad venezolana es una de las sociedades más consumistas del mundo. Cobran y gastan a base de quincenas.
En medio de las revoluciones aflora el dinero. Nadie se fía de un banco en plena revolución. Sin embargo, aquí están todas las entidades bancarias internacionales más importantes, entre ellas el BBVA y el Santander. Y no están por altruismo, ni por apego a la revolución.
Escribo con un bolígrafo de Petróleos de Venezuela (PDVSA), lo que aquí es toda una declaración de principios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
siempre te gustó la rumba!!! con triple erre, RRRumbearrrr!!!
abrazos, voy a difundir el blog por las ondas expansivas
Publicar un comentario