Pido un café solo con hielo, y el camarero pone cara de retortijón estomocal. Me dice que no le eche la culpa si luego se me desintegra la barriga. Asiento y sonrío. Estoy en La Candelaria, barrio céntrico de Caracas. Simpático camarero de cuello almidonado y un halo de sudor en la axila. Comparto tarde con una periodista canadiense. Traen el café: horroroso. La tarde avanza, y pedimos una cerveza. Calor de asfalto recalentado. Al comentarle la temperatura, el camarero se nos ofrece a traernos cubitos de hielo para la cerveza... No!!!!!!
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