Uno se puede ir de compras, a alguno de los gigantescos centros comerciales de Caracas, mientras en la calle la policía metropolitana regala perdigones y balas de goma.
Las manifestaciones son lugares donde la economía de mercado se cuela subrepticiamente. Pese a quien pese. En la chavista había decenas de puestos en los que comprar camisetas, gorras, cinturones, todas rojas con el rostro de los grandes nombres que conforman el panteón revolucionario: el Ché, Bolívar, Marx... En la marcha opositora, los mismos productos, pero con lemas encontrados y colores más tibios: no al cierre de RCTV, Pueblo madura esto es una dictadura. O este curioso comerciante que tenía muy claro cuales podrían ser las apetencias geopolíticas de los manifestantes. En la chavista: China y la URSS. Y así va el tema, porque no existe espacio intermedio. Miento: lo hay, y es amplio, pero no tienen relevancia política ni mediática. No les interesa a ninguno. El nivel de paranoia general es alto, bastante alto.
Ayer apareció Hugo Chávez en cadena nacional (retransmisión obligatoria de radio y tv), como suele hacer. Llevaba tres días sin asomar el rostro. Parecía tenso, y dio un discurso escueto y directo. Algo poco habitual en él. "Alerta, no se nos vaya esto de las manos. Si tiene que haber contundencia, la habrá. Esto es un plan conspirador de los enemigos de la patria". Se podían aplicar muchos adjetivos a su discurso (que me tragué íntegro), pero nunca el de "conciliador". Una palabra que se echa en falta, y mucho, en los discursos de políticos de uno y otro lado. Claro, el problema es que la mayoría de los venezolanos nadan como pueden entre ambas orillas. No es fácil.
No obstante, parece que hoy todo está más calmado. Aunque ayer a la noche andaban a perdigonazo limpio debajo de mi casa. Como comentan los venezolanos: "Esto de guarimbear (disturbios, barricadas), se acaba el viernes. Aquí nadie jode la rumba a un venezolano". Y punto final.
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1 comentario:
La rumba, como la siesta, no? Jajaja!
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