La gente, las gentes. Esta imagen es de Choroní, pero podría ser de Caracas. La cadena de oro, la gorra de lado. El tipo se miraba la mano, ansioso por ver algo. Un click fotográfico. La gente es avispada, amable y vivaracha. Las respuestas denotan alegría y ganas de jugar al ratón y al gato. El otro día, al ir a bajar de un taxi, comprobamos que la puerta de la izquierda (la que daba a la carretera) estaba estropeada y no abría. Preguntamos, y el taxista, de reojo, nos comentó que sí que se podía salir, pero que nos saldría más caro: nos costaría un brazo, una pierna. Y acabó encogiendose de hombros, señalando la otra puerta. Si hay una puerta abierta, qué necesidad hay de intentar salir por la otra, nos indicó con sorna.
Otro taxista, a quien le faltaban en la mandíbula superior los mismos dientes de disponía en la mandíbula inferior y viceversa (estuve un minuto cavilando acerca de cómo podría comer un filete de ternera), me comentó en una carrera eterna gracias al celestial tráfico de la capital, cómo había sido atracado en el centro de Caracas.
Dos hombres se subieron al taxi, uno delante y otro detrás. Al cabo de unos minutos, en plena autopista del Libertador, el del asiento de copiloto saca una pistola automática, y el de detrás una llave inglesa. Y le exigen que les entregue el dinero recaudado y el carro. El taxista, chavista confeso y pasional, asiente. Pero al instante siguiente busca en su calcetín un aparato de seguridad para alertar a su compañía de taxis y a la policía. Los malandros, ante el gesto del taxista, le llueven a palos, mientras le gritan que no se puede ser amable, porque así te lo pagan. "Me dejaron tirado en el piso de la carretera", me comentaba. "Llegué a pensar que había llegado mi hora, maldita la gracia que le hace a uno, tragué arena". "Desde entonces, voy con este trasto (un dodge de los 70), para qué voy a comprar carro nuevo si te lo quitan".
"Chávez ha hecho mucho por este país, excepto con la violencia y la inseguridad, sigue igual que antes", concluyó.
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1 comentario:
Da gusto conocer Venezuela así, no dejes el blog, eh!Pero ya no me das envidia con tus fotos de playas, cocos y poca ropa... Los quebecois han saildo por fin de sus trajes de esquí y sufrimos —yo ya soy montrealaise— 30 grados que, por la humedad, podrían ser 50. Son muy jevis, estos canadienses, se han saltado la primavera de un plumazo.
Un beso y buen viaje por esa Venezuela profunda!
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