Caminando entre la marabunta roja, rojita, uno encuentra detalles dignos de interés. La marcha convocada el sábado pasado por el oficialismo se autocalificaba de antiimperialista. A media mañana, una marea de camisetas rojas (a mí me regalaron una) se dirigía a la avenida Bolívar donde el comandante en jefe les esperaba para darles una nueva ración de sermón al horno: un poquito de Gramsci, la base clásica de Bolívar, una cucharada de Fidel, todo bien removido y agitado. Un delicado cocktail socialista. Dentro de la marcha, existen mercados ambulantes en los que uno puede comprar cerveza (bien fresca), jugos de naranja, maníes (cacahuetes), banano frito, además de diversos elementos de merchandising revolucionario.
Caminé con la marcha, bailé algo de salsa brava roja rojita y hablé con varios personajes de muy diversa índole. Todos entusiasmados con la figura mesiánica de Hugo Chávez. No hubo roces, carácter festivo, como dicen las crónicas. Es asombrosa la disciplina militar que impregna la marcha como si de un desfile se tratase. Dividos por estados y movimientos sociales, uno ve pasar a los bomberos de Aragua, a los empresarios socialistas de Nueva Esparta, a los agricultores de Táchira, los pescadores de Anzoátegui, las amas de casa de Miranda, los jubilados de Bolívar, etcétera. El desfile colorado es espectacular, un río rojo que avanza imparable. Preguntado acerca de si vienen por propia voluntad, un compañero venezolano me explica de media boca: "Cordialmente obligados". En cualquier caso, la calle sigue siendo roja rojita.
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3 comentarios:
que viva la cordialidad. ayer platique con tu hermanito, menudo jefe
Para joder, los antichavistas podrían ponerse hoy la camiseta de Leichtenstein, que como todos sabemos en un pequeño país situado entre Freedonia y Königsberg.
Emiliuken
Los antichavistas tiene la cabeza echa un lío, lo cual no es recomendable. Pero la asistencia a la marea roja fue fascinante: el poder de convocatoria (coartado), la disciplina militar y el grado de convencimiento extremo (rayano en el paroxismo) explican a grandes rasgos la sociedad venezolana actual.
Lichenstein no lo conoce ni el tato en Venezuela, más de una vez he tenido que explicar que en España no hablamos francés, pero claro que te pregunten cuál es la ¿antilla honadesa más oriental?
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