Así, guindado como el perro, me quedé ayer cuando el carro me dejó con la palanca de cambio en la mano, tras acompañar a una amiga a su casa. Pataleando al aire. Acaba de llevárselo la grúa, se le veía sonriente al bribón. Y mientras tanto, yo me voy a la Faja del Orinoco, a oler petróleo y disfrutar (laboralmente) del calor de los Llanos venezolanos. Mi vida gira en torno a un optimismo mecánico de difícil explicación. A ver.
jueves, 28 de agosto de 2008
Optimismo mecánico
Así, guindado como el perro, me quedé ayer cuando el carro me dejó con la palanca de cambio en la mano, tras acompañar a una amiga a su casa. Pataleando al aire. Acaba de llevárselo la grúa, se le veía sonriente al bribón. Y mientras tanto, yo me voy a la Faja del Orinoco, a oler petróleo y disfrutar (laboralmente) del calor de los Llanos venezolanos. Mi vida gira en torno a un optimismo mecánico de difícil explicación. A ver.
lunes, 25 de agosto de 2008
Rayos y centellas
Afuera y dentro del agua, te mojabas lo mismo. Nosotros comíamos sentados, el resto se limitaba a evitar mojarse con el agua. Abuelos, niños, madres, padres, tíos, perros, bebés. Allí había de todo. La comida estaba exquisita, a pesar de que había goteras por todos lados. Pedimos cerveza. Los niños comenzaron a rodearnos y a posar para las fotografías. Ellos hacían muecas, ella se empeñaba en posar para un imaginario fotógrafo de moda. Giraba las caderas, destacaba sus muslos, sonreía mirando al objetivo en escorzo. Apenas 6 años. (¿Quién coño las enseña a posar desde tan jóvenes?) Y luego venían corriendo a ver cómo habían quedado. Yo me limitaba a hacer click, mostrarles la fotografía y reírme con sus risas. Al lado, su padre, o su tío o su hermano, contaba el dinero y repartía los sueldos a sus empleados. Cada poco, se iba a una esquina, a beber a morro de la botella de ron. Alguien vino a la cabaña con un vaso de cristal con hielo: whisky. "Así funciona esto, papá", nos decía, "cada cual se lleva su parte". Claro, no explicaba que él se llevaba la mayor, mientras se le escurría entre las piernas un muchacho que llevaba una camiseta empapada en la que se podía leer: "Ser joven es ser revolucionario. Gobierno boliviariano del estado Miranda".
jueves, 21 de agosto de 2008
Trabajo invisible
martes, 19 de agosto de 2008
El carro
miércoles, 13 de agosto de 2008
También
También hay vida al margen de las balaceras y la revolución. El sábado amanecimos escalando el monte Ávila, por una de las subidas menos concurridas. Tres horas de caminata (y dos y media de vuelta) en busca de un río de agua fresca. Caracas queda al sur, a los pies de la montaña. Un enorme mar de cemento que se extiende de este a oeste. Caracas, ya lo he dicho más de una vez, es una enfermedad. Una deliciosa enfermedad caribeña. Más altos que las nubes, contemplábamos cómo la lluvia afectada a cada uno de los barrios de la ciudad, barridos de este a oeste, por los vientos del noreste. (Una maqueta, un video-juego, un estado mental, un personaje de novela). Caracas es una selva repleta de automóviles. Hasta el pecho se ensancha cuando descubre que se puede vivir lejos de ella, y respira más hondo y más lento. Caracas, una ciudad que se inventa cada día, duerme el sueño calmo de un valle ensimismado.
lunes, 11 de agosto de 2008
La mecánica de los destellos
Como en el oeste, tal cual. El otro día hablaba yo. Hoy habla la prensa caraqueña. Esto fue lo que leí mientras saboreaba  con una cervecita la lectura soleada y dominical del diario caraqueño "El Nacional". Es el negativo del relato que narraba en la entrada de ayer. Cambien "edificio acristalado" por "Parque Cristal".  Juzguen ustedes:"Asesinado custodio de Servicios Panamericanos
Douglas Rojas, de 31 años de edad, trabajaba desde hace 2 años para Servicios Panamericanos, empresa dedicada a la custodia de valores. El viernes en la tarde perdió la vida, cuando fue sorprendido por 2 sujetos en el momento que prodecía a recargar con 160.000 bolívares fuertes (32.000 euros), los cajeros de la agencia del Banco Mercantil, ubicado en el centro comercial Parque de Cristal.
Rojas se encontraba con su compañero, Larry Zamora, quien también resultó herido tras recibir un disparo en el pie. Ambos se dirigían a colocar el efectivo en lo surtidores de dinero en el momento que llegaron dos sujetos armados, que intentaron robarlos. Al parecer la víctima se opuso a ser despojado del dinero. Uno de los antisociales identificado como José Medina, de 27 años, recibió un disparo en la mandíbula. Actualmente, se encuentra en el hospital Domingo Luciani, custodiado por cuerpos de seguridad.
Fuentes policiales informaron que Rojas Romero forcejeó con el sujeto que resultó herido. Al parecer los dos se apuntaron al maxilar y se efectuaron los disparos. Posteriormente, el otro delincuente disparó varias veces a Rojas cuando estaba herido en el piso".
jueves, 7 de agosto de 2008
Destellos metálicos
Andaba yo paseando a las ocho y media de la mañana por la avenida Francisco de Miranda, en Chacao, de camino al metro. Iba chupando del pitillo mi jugo habitual de las mañanas. Esa mañana era de patilla (sandía). El sol brillaba en el cielo azul bebé de Caracas.  De improviso, aparca un furgón blindado, frente a un enorme edificio acristalado. Un vigilante de seguridad asoma la cabeza desde la puerta. Mira a un lado y a otro. Y salta a la calle. Va totalmente acolchado con protectores antibala. En una mano, la bolsa con el dinero. En la otra, desenfundada, una pistola calibre 45, inmensa. Comienza a subir las escaleras: gesto adusto y miradas constantes a uno y a otro lado. Los destellos metálicos de la pistola provocan el guiño espontáneo en los ojos. Deslumbrado, cada parpadeo coincide con un escalón más en el ascenso del vigiltante. Tarda medio minuto en subir con su bolsa de dinero y su revólver. A su alrededor, cientos de personas entran y salen del edificio, perfectamente tranquilas, viviendo en sus cabezas. Mientras apuro el jugo de patilla, me digo que esa imagen yo ya la he visto antes, en otro lugar. Al poco, caigo en ello. En el cine, en las películas del oeste. Así entraban en el banco los forajidos del oeste. Así entran los de seguridad en los bancos de Caracas. Los mismos destellos metálicos bajo el sol inclemente del continente americano.
lunes, 4 de agosto de 2008
La revolución del ballet
Fui al ballet. Primera vez en mi vida. Entré de puntillas, como las bailarinas. Giselle, en coreografía de la cubana, Alicia Alonso, quien dijo que los grandes del teatro pensaban que los latinoamericanos sólo podían bailar rumba. Ella rompió los tabúes, en 1943. 60 años después, volvía a Caracas. La platea estaba expectante. Ovación a la coreógrafa, vestida de verde guisante. Sin embargo, lo fascinante ocurrió antes de la aparición de los bailarines. Sobre la tarima, aparece el ministro de Cultura venezolano. Y comienza una encendida arenga acerca de los logros de la revolución en materia cultural. Los espectadores responden con un concierto de pitidos y silbidos. "Queremos a Giselle", claman. El ministro opta por subir el volumen, y agitar en el aire la mano izquierda. Aumentan los silbidos. "Me quedaré aquí hasta acabar de enunciar los logros de la revolución, porque aquí también hay compañeros revolucionarios", a lo que responde el respetable rojo-rojito con ovación a la proceso. Y así sucesivamente.  45 minutos.  Los unos y los otros, en  contrapunto. Los bailarines, mientras, aguardaban tras el telón. "Porque gracias a la revolución, todo el pueblo puede venir al teatro, incluso ustedes, los ricos", señaló el ministro. Los ánimos se fueron caldeando, hasta que una mención al presidente levantó literalmente del asiento a los invitados por el Gobierno. El resultado de la platea es como el del país: mitad y mitad. Sólo cuando se descorrió el telón, volvió a triunfar el tutú, de color rosa.
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