lunes, 25 de agosto de 2008

Rayos y centellas

Eran tres, no sé si primos, hermanos o una mezcla. Saltaban a nuestro alrededor como araguatos (monos tropicales). Nuestro alrededor era una cabaña de madera, donde devorábamos unos deliciosos pargos con tostones y ensalada de aguacate (pescado con banano frito) en plena playa de Caracolito. La cabaña estaba repleta de gente porque afuera estaba cayendo una tormenta de esas ideales para ilustrar los cuentos de terror. El agua caía, gruñendo, de muy mal humor; los relámpagos eran de un afilado amarillo eléctrico, los truenos parecían terremotos celestiales.

Afuera y dentro del agua, te mojabas lo mismo. Nosotros comíamos sentados, el resto se limitaba a evitar mojarse con el agua. Abuelos, niños, madres, padres, tíos, perros, bebés. Allí había de todo. La comida estaba exquisita, a pesar de que había goteras por todos lados. Pedimos cerveza. Los niños comenzaron a rodearnos y a posar para las fotografías. Ellos hacían muecas, ella se empeñaba en posar para un imaginario fotógrafo de moda. Giraba las caderas, destacaba sus muslos, sonreía mirando al objetivo en escorzo. Apenas 6 años. (¿Quién coño las enseña a posar desde tan jóvenes?) Y luego venían corriendo a ver cómo habían quedado. Yo me limitaba a hacer click, mostrarles la fotografía y reírme con sus risas. Al lado, su padre, o su tío o su hermano, contaba el dinero y repartía los sueldos a sus empleados. Cada poco, se iba a una esquina, a beber a morro de la botella de ron. Alguien vino a la cabaña con un vaso de cristal con hielo: whisky. "Así funciona esto, papá", nos decía, "cada cual se lleva su parte". Claro, no explicaba que él se llevaba la mayor, mientras se le escurría entre las piernas un muchacho que llevaba una camiseta empapada en la que se podía leer: "Ser joven es ser revolucionario. Gobierno boliviariano del estado Miranda".

1 comentario:

Anónimo dijo...

alfons!
ya en españa...

asi es la juventud venezolana, que nace modelando...

cuidate mucho, besos
A.