miércoles, 13 de agosto de 2008

También

También hay vida al margen de las balaceras y la revolución. El sábado amanecimos escalando el monte Ávila, por una de las subidas menos concurridas. Tres horas de caminata (y dos y media de vuelta) en busca de un río de agua fresca. Caracas queda al sur, a los pies de la montaña. Un enorme mar de cemento que se extiende de este a oeste. Caracas, ya lo he dicho más de una vez, es una enfermedad. Una deliciosa enfermedad caribeña. Más altos que las nubes, contemplábamos cómo la lluvia afectada a cada uno de los barrios de la ciudad, barridos de este a oeste, por los vientos del noreste. (Una maqueta, un video-juego, un estado mental, un personaje de novela). Caracas es una selva repleta de automóviles. Hasta el pecho se ensancha cuando descubre que se puede vivir lejos de ella, y respira más hondo y más lento. Caracas, una ciudad que se inventa cada día, duerme el sueño calmo de un valle ensimismado.

3 comentarios:

Marc dijo...

AY, LAS ENFERMEDADES CARIBEÑAS... uno no quiere curarse nunca...

Anónimo dijo...

-entre risas te leo- Parace que Uslar Pietri, tu nuevo dealer, tiene un material de primera.

Caracas; error perfecto. Como rezan algunas buenas franelas.

Abrazos

E.

Anónimo dijo...

estos culturillas...q. cultos!

que bonita se ve Ccs desde ahi arriba, parece otra cosa!

A.