Fui y volví. Puerto Ayacucho, capital del estado venezolano de Amazonas, es una ciudad fronteriza. Al otro lado del río Orinoco, al oeste, se encuentra Colombia. Todo es jungla, y un calor húmedo que pone a prueba la capacidad de los poros de la piel para equilibrar la temperatura mediante el chorreo constante de sudor. De noche no hay nada, no sale nadie, y la explicación es la presencia silente de la guerrilla colombiana y el contrabando de combustible (verdadero motor económico de la zona: en Colombia el litro de gasolina cuesta el triple). También la droga, pero es menos rentable. En la plaza de Puerto Ayacucho, se ven a los indios que bajan de las poblaciones para vender, en calzones estrambóticos, sus pócimas y unguëntos. No probé ninguno, pero seguro que son efectivos. A poco que uno se aleja de la población, uno puede observar las chozas de los indígenas (piaroa, jivis, guaraos). Una sorpresa: la modernidad ha irrumpido en la arquitectura tradicional, las chozas de caña y barro cuentan con techos de zinc y de uralita. Y de unas diminutas antenas parabólicas: directTv. El cable llega donde no llega nada. En Samariapo, unas niñas nos querían vender crías de monos que no paraban de cagarse encima, y disfruté, junto con una abuela jivi, del placer de saborear los "bachacos" (hormigas gigantes). Al principio, las patas y las antenas se incomodan en las encías, pero luego uno aprende a apreciar el sabor, un amargo picante muy codiciado por esos lares. Cuentan que el Libertador Bolívar, desayunaba siempre con la catara (la salsa picante que elaboran los indígenas a base de bachacos: me compré tres botellas), y lo creo porque está divina, e incita a tomar la siguiente polarcita fresca. En Amazonas, como en toda Venezuela, la cerveza fría sobra, el agua escasea...
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2 comentarios:
¿Viste los míticos transportes de gsolina en garrafas de cinco litros?
sergio: los vi, los vi! deberían figurar en la bandera del Estado Amazonas. Por cierto, gloriosa campaña electoral en las españas, por lo que he leído en la red...
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