El caniche. Atención al caniche. La imagen está tomada el domingo, mientras la manifestación de apoyo a Radio Caracas TV discurría por la avenida Francisco de Miranda. Una multitud de miles de personas caminaba hacía la sede del organismo encargado de coordinar el espacio radioeléctrico venezolano: CONATEL. Los manifestantes opositores pasaron frente los puestos donde los chavistas se inscribían en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), partido único propulsado por el comandante en jefe. Ahí irrumpe la señora del caniche: con su caniche teñido de rojo, rojito, comienza a mofarse de los manifestantes opositores. Y con los dedos le marca las horas que le quedan al canal RCTV: ¡6 horas, 6 horas!, entre risas y burlas. Los policías, en medio, se mantienen impertérritos. Actores de teatro sin frase. La señora del caniche, se gira y muestra una camiseta con el lema: RCTVas, y agita la cadera al ritmo de un reggaeton improvisado y burlesco. Los opositores, al otro lado del cordón policial, le hacen la señal de la cruz: como los evangelistas que consideran perdida el alma de los infieles que no les prestan atención. Ese es el diálogo que se establece actualmente entre los venezolanos.
Una hora después andábamos corriendo de un lado para otro, en el barrio de Las Mercedes, en medio de la manifestación contra el cierre de RCTV. De repente, una estampida, y todos a correr para atrás. Llegan los efluvios de los gases lacrimógenos, los ojos pican y no tenemos los pañuelos con vinagre que recomiendan los expertos. Como suele ocurrir en Venezuela, la cosa comenzó con disparos de origen desconocido. Al principio eran perdigones, una hora después eran balas. Y así sucesivamente.
Agarramos el metro y nos plantamos en plena celebración del nuevo canal: TVes. Pleno centro de Caracas. "Aquí no vienen a manifestarse los escuálidos, es zona roja", comenta un chavista con quien compartimos cervezas. Todos de rojo, bebiendo cerveza y ron, bailando salsa. A la pregunta del animador: ¿cuantos chavistas hay? Un mar de manos se alza al aire, las caderas cimbrean, las sonrisas y los sarcasmos sobre los "escuálidos" abundan. Es una verdadera fiesta. Una amiga chavista me recomienda guardar el carnet de prensa internacional: mejor así, me dice, mientras corea: ¡Tvas- TVas-TVas-TVas!
Cerca de casa hay barricadas y neumáticos en llamas. Un tipo descomunal con dos piedras del tamaño de una tortilla de patata camina nervioso: "¡Con éstas, mato a dos! Y luego vendrá Bush con los F16 y sacará a la rata Chávez de su escondrijo. Es la única manera". A los pocos minutos, nos cruzamos con una madre y su hija que me preguntan si está tranquila la plaza Altamira. "Sí, les digo, hay barricadas y caúchos ardiendo, pero está tranquila" (la frase es digna de recordar). Treinta segundos después, veo correr a la madre y a la hija, adelantándonos. "Están disparando".
Ya en casa, a la media noche, bajo a acompañar a una amiga. Un cuadra, no más. El portero me mira sorprendido: "¿Dónde fuiste?", pregunta. "Acompañar a una amiga", respondo. "Pero no ves que están disparando, chamo", me espeta. "Coño, pensé que eran petardos". El se ríe: "Son 9 mm, chamo. La gente está arrecha. No conviene salir". "Pero disparan al aire, supongo", continúo con mi despiste. "Sí", me dice con sorna, "al aire de los pulmones del que pase debajo de su ventana".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Excelente post, si señor. Uno se hace una visión de conjunto.
Da gusto leerte.
Eso si que es una batalla (del salado).
Estuviste, miraste y contastes. Si señor, lo que ve siendo periodismo de verdad, mayormente. Un placer
Emiliuken
Amigos: Gracias por los halagos. Pero que esto no os quite las ganas de disfrutar de Venezuela: el Caribe sigue impertérrito.
Llevamos unos días de curro eterno, parece que hoy se ha calmado algo la cosa. Aunque ayer a la noche anduvieron a balas y piedras debajo de mi casa a la noche, para no perder la costumbre
Da gusto leerte, Fon. Y un poco de cague, también... Lo que yo te decía: no te has agenciado todavía una pipa? Jajaja! Un beso desde el Montréal pacífico y sin pistolas
Publicar un comentario