Prohibido tomar licor en los alrededores del negocio, dice el cartel. El negocio es un bar de carretera de San Juan de los Morros. La gente tomaba dentro, cumpliendo las normas. Y fuera, rompiéndolas. La cuestión es tomar.
Bajo el cartel, una cabina telefónica de Cantv, la empresa nacional de telefonía. Hasta enero, pertenecía al grupo estadounidense Verizon, y Telefónica (la de España, la del siempre jodiendo) poseía un 6%. El comandante Chávez, líder de esta revolución cristiano-socialista, pagó a tocateja a los gringos 2.000 millones de euros, precio marcado por el mercado imperialista de Wall Street. Todo Dios salió beneficiado, excepto los accionistas minoritarios (trabajadores a quienes les pagaban en acciones, pequeños inversores, familias venezolanas que habían depositado parte de sus ahorros en la empresa). El estado venezolano retomó el control de la "empresa de todos" y los yanquis se fueron con la plata rebosando sus bolsillos. Los pequeños accionistas, sin embargo, vieron cómo sus acciones se depreciaban desde el anuncio de la nacionalización hasta su efectiva compra casi un 20%. Vamos, una delicia. La misma preocupación que la que tienen las grandes empresas con sus accionariados minoristas en imperio del norte o en la vieja europa. Les importa un pimiento, les tira del pijo. Ahora, eso sí, han bajado un 10% las tarifas (lo cual me afecta, soy usuario), y se disponen a llevar la señal a los municipios donde no había cobertura porque no era rentable. Dicen los paranoicos que ahora todos los teléfonos están pinchados. Y en este diálogo de sordos, se desenvuelve la política criolla. Ring, ring.
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3 comentarios:
La cabina es de fabricación italiana. Vienen pinchadas de serie, te lo aseguro.
¿Italiana? Cómo coño lo sabes, me dejas anonadado... El problema, no obstante, es que no funcionan. Así que poco van a pinchar. Ahora, en mi trabajo, dicen que sí que están pinchados los phones...
No hombre, porque en Italia son iguales y las conozco: allí las pintan de naranja, como los colores de la Roma y, al menos en la Ciudad Eterna, los hinchas del Lazio las pintan o las destrozan. Creo que este último punto es compartido con los romanistas.
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