Ahora que soy buzo internacional tras cuatro inmersiones en Tucacas, costa occidental de Venezuela, puedo decir que he nadado junto a una tortuga carey, he visto peces-trompeta, peces-iguana, morenas, corales, esponjas y peces de unos colores que avergonzarían la paleta de cualquier pintor impresionista en ciernes. Lo que más me soprendió es funcionar en tres dimensiones, es decir, poder ver a gente y animales arriba y abajo. En tierra vivimos (la mayoría) en dos dimensiones y la gente sólo está arriba si está subida en un árbol o abajo si está tendida en el suelo. Es un estupidez, pero como todas las estupideces que damos por sentado es doblemente fascinante.
Y luego el cuerpo. El cuerpo es un misterio, y a medida que desciendes (llegamos a 14 metros de profundidad) se convierte en un misterio que no obedece y exige cosas raras: compensar los oídos, ascender al ralentí, cuidar los niveles de nitrógeno, expulsar aire constantemente... Existe la llamada narcosis nitrogénica, un mal que se produce a partir de los 30 metros de profundidad. Consiste en una borrachera subacuática provocada por el exceso de nitrógeno en la sangre: te descojonas solo, hablas con los peces, pierdes la motricidad... Pero, al revés que con el alcohol, subes unos metros y se pasa, sin resaca, desciendes otro poco, y vuelves a las andadas.
Sin embargo, la sensación de mirarle a los ojos a un pez multicolor, de acompañar en el elegante y grácil nadar a una tortuga carey o de recorrer un arrecife de coral caribeño embobado como un niño de teta es realmente grandiosa. Y el primer sorbo a la cervecita Polar fresca que te espera en la lancha retratada más arriba, ni lo cuento.
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5 comentarios:
Me dejas alarmado con lo de la fabada. Habrá que hablar con Tinín para que haga como Fraga y surta de rica materia prima a los paisanos de ultramar. El celacanto gallego enviaba lacón con grelos en lata (existe, y cómo), el antiguo marxista ortodoxo puede crear una joint-venture con Litoral.
Lo de la papeleta de voto asociada se sobreentiende.
pues lo has conseguido: qué envidia!!!
por cierto, por aquí, a 14.194 kilómetros de distancia de Caracas, también ponen cubitos de hielo en algunos meaderos de tío, pero nadie le ha encontrado una explicación razonablemente creativa.
Realmente fascinante, amigo Humboldt. Eres un naturalista de primer orden.
pero que hijo de puta eres...a delhi te querias ir no?
hijo de puta... se supone que has ido allí a currar...
Javi (que mala es la envidia)
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