El caño de Piacoa, al fondo, por donde navega una curiara. En primer plano, un marino despistado. El río Orinoco, en época de lluvias (mayo-diciembre), se eleva más de 10 metros. Desde la barca detenida en tierra, en un atardecer de esos que asustan por la incapacidad de juzgarlo, a uno le da por pensar.
El proceso revolucionario mantiene su curso, con agua o sin agua. Y que reme el que vaya en la proa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
veo que desde que vives en latitudes más cálidas, has decidido mantener tu ilustre cabellera a raya...
Estas ahcien famoso a remate el gran barbudo de la otra parte del charco, estoy frito con esos sombreros festivaleros que adornan tu cabeza cual coco en una palmera azotada por un huracan.
Publicar un comentario